Capítulo 14

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No podía explicar lo que me estaba pasando.

¿Dónde estaba el miedo que había sentido hasta ahora por él?

Se había esfumado.

Debía estar bajo su embrujo, pues yo, jamás estaría en esa situación con nadie.

Pero me dejé llevar.

Dejé que él me guiara hacia el pecado.

Un pecado que en cierto modo solo podía probar con él, puesto que era su elegida y el único que podía arrebatarme la virginidad.

Notaba como su lengua jugaba con la mía, mientras que sus manos tocaban cada rincón de mi cuerpo sin permiso.

Y me estaba volviendo loca.

O paraba, o no habría marcha atrás.

Así que, con una fuerza de voluntad sorprendente, pude apartarlo de mi boca y respirar de nuevo.

Tras el gesto, él agarró mi cara y volvió a meterme la lengua en la boca con más desesperación.

No podía hacer nada, no podía frenarlo.

La lujuria que él sentía en su cuerpo también la estaba sintiendo, y todo por la conexión que nos unía, no había duda, pero, esa sensación, ni en los mejores libros la pude descubrir.

Aún no me había atrevido a observar su cuerpo, pues tenía miedo de lo que pudiera ver, pero entonces, me apretó más a él estampándome en la pared con todo su cuerpo y pude sentir su miembro apoyarse en mi barriga.

Eso me puso en alerta.

Dejé de besarlo y comencé a respirar de nuevo, puesto que todo él me asfixiaba de deseo.

Volvía a besarme el cuello y a agarrarme el trasero con ansia. Me levantó, y me cogió a horcajadas sobre él, pidiéndome con una mano que rodeara mis piernas a sus caderas.

Besó y chupó mis pechos a la vez mientras que todo su cuerpo se rozaba con el mío.

—Ciro, para esto —dije jadeante.

—No puedo.

—Por favor para.

—No.

Y volvió a devorar mi boca sin dejar que volviera a protestar.

Estaba a punto de explotar y ni siquiera me había hecho nada que no fueran tocamientos y roces.

Agarré su pelo mojado y con la otra mano me sujeté a su nuca para que su rostro mirara mejor al mío.

—No puedo más —le dije a punto de llegar al éxtasis.

—Pues esto no ha hecho más que empezar.

Agarrándome solo con un brazo, apagó la ducha y me llevó en volandas hasta mi cama.

Una vez allí, me estiró en el camastro, y lo primero que hice, fue buscar la sábana para cubrirme. Me miró serio al darse cuenta de lo que quería hacer, agarró de nuevo mis manos y me las puso por encima de la cabeza como si estuviera atada. Y con la otra, empezó a tocar mis pechos, para luego, bajar lentamente hacia mi entrepierna y tocarme por primera vez mi lisa entrada sin apartar sus ojos de los míos.

Me besó de nuevo, como si fuera una droga para él, sin poder despegar su boca de la mía, con ganas, con pasión, con obsesión.

Y eso me estaba volviendo loca.

Así que intenté soltarme, pues deseaba tocar su cuerpo también, pero no podía, cada vez me apretaba más fuerte.

—Acaba con esto de una vez demonio, no voy a aguantar mucho más.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora