Capítulo 40

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Mes de Enero, año 2021.

Habían pasado cinco meses desde que fui apresada por Narine y su ejército de inquisidores, demonios y brujos. Tras aceptar cambiar mi vida por la de mi familia y amigos, la vida de estos debió volver a la normalidad, menos la mía, la de Meredith y la de su marido.

Ellos habían suplicado a la demonia acompañarme en mi condena. Ofreciéndole sus poderes para el uso de sus maldades a cambio de permanecer a mi lado en todo momento, asegurándose que cumplía con su palabra y asegurándose también de que no me arrebataría la vida durante ese periodo de tiempo.

Sabíamos que había dejado en paz a mi aquelarre y que volvían a vivir una vida tranquila, aunque yo ya no permaneciera en ellas.

Durante esos meses, no había vuelto a ver a Marcos, pero sabíamos que recorría el mundo en busca de aliados para unir al ejército de la diabla y que lo hacía conjuntamente con la traidora de mi prima Claudia. Y aunque no era de extrañar, deseaba tenerla frente a frente para vengarme por todo el dolor que había provocado en nuestro clan cuando los apresaron por su traición.

Tampoco teníamos noticias sobre Ciro, pues no se comunicaba con Eros para saber sobre nosotros. Había desaparecido, se había esfumado.

Y por raro que parezca, no sentí nada extraño ni me maldijo la diosa por haber cerrado el pacto sin éxito y antes de tiempo, puesto que me encontraba normal, sin consecuencias, sin efectos secundarios, igual que siempre. Aunque sabiendo que no conseguir el pacto exitoso podía hacerme enloquecer, perder mi poder e incluso llegar a morir, nada de eso me había sucedido. Seguía siendo yo misma, más viva que nunca, pero más decaída y dolida que antes. Había cambiado muchísimo, ya no era la Damara alegre y risueña de antes, todo lo contrario, ahora era fría, seria y distante, pues jamás pude olvidar el dolor que sentí aquel día en el que casi pierdo la vida de mi hermana y en el que perdí al único ser que había amado en toda mi existencia. Pero las cosas estaban cambiando, pues dentro de mí, crecía la vida de mi hijo, y volvía a sentir ese amor. El amor incondicional y puro que una vez sentí hacia el demonio poderoso que era su padre.

Y si, volvía a tener esa ilusión. La ilusión de volver a querer a alguien más que a mi propia vida.

He de recalcar que estaba llevando el embarazo asombrosamente bien, las náuseas habían desaparecido, y algún que otro mareo y reflujo intestinal se apoderaban de mí de vez en cuando, pero siempre estaba Meredith para ayudarme con mis males.

Ella nunca se había separado de mí. En todos esos meses no me había dejado sola, ni siquiera para dormir. Se había instalado en mi habitación y descansaba conmigo cada noche bajo la custodia y protección de Eros, que se sentaba en el sillón de piedra que componía el ventanal de mi cuarto.

Vivíamos en un enrome chalet rehabilitado de piedra antigua rodeado por cientos de hectáreas de bosque a las faldas de algún lugar de España. No sabíamos a ciencia cierta donde estábamos, pues nunca nos dijeron dicha ubicación, y al estar desconectados de la tecnología, nos era imposible comunicarnos con el exterior.

Al mes siguiente de estar aquí apresados, escuchamos como unos brujos aliados a la inquisición comentaban que mi hermana Gina había sanado a la perfección gracias a los rituales y brebajes que las ancianas sabias de los aquelarres le habían proporcionado. Ese era mi mayor miedo, el perder a mi hermana y que no respondiera bien a los tratamientos, pero no, todo había salido bien y ella se encontraba en perfecto estado después de haber sido quemada en la hoguera.

Echaba muchísimo de menos a mi familia, pero, sobre todo, extrañaba con todo mi ser a mis amigas. Necesitaba verlas, tocarlas, abrazarlas, sonreír juntas como si nada de esto hubiera pasado. Y no veía el final de esta tortura, pues aquí apresadas, vivíamos como en la edad media, sin recursos, ni móviles, ni televisión, ni música, ni nada. Pasando el tiempo como antaño, cosiendo y cocinando, avivando el fuego de las chimeneas y escondiéndonos constantemente de aquellos verdugos de la inquisición que recorrían aquella enorme casa en busca de diversión hacia nosotras.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora