Capítulo 47

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Mes de noviembre, año 2021.

Los meses habían pasado y no habíamos tenido noticias de nuestros familiares y amigos. Ni Iris se había comunicado con nosotros en todo ese tiempo y Jeremy tampoco daba señales de vida.

Estábamos preocupados al estar tan incomunicados sin saber nada de lo que estaba sucediendo en nuestro aquelarre. Y presentía que las cosas estaban cambiando y que algo estaba sucediendo y no iba bien. Era demasiado raro que tardaran tanto tiempo en comunicarse con nosotros.

Pero no nos atrevíamos a indagar y salir de nuestro escondite, pues mi hija, estaba empezando a preocuparnos.

Ese mes había cumplido seis meses de vida. Sin duda habían sido los mejores de mi vida al verla crecer tan rápido. Y cuando digo rápido, es rápido. Pues a esa edad debería ser una bebé que está empezando a mantenerse por sí sola sentada o comenzando a comer otro tipo de cosas que no fuera la leche en su biberón. Pero no. Katia había crecido demasiado y tenía la apariencia de una niña de al menos un año y poco.

Había comenzado a caminar y decía alguna que otra palabra.

Se estaba cumpliendo lo que tanto nos había preocupado y temíamos. El crecimiento de mi hija, no era como el de una niña humana, sino, que estaba más avanzada que nuestra simple raza, pues seguía los pasos de un demonio, según verificaba Eros.

Pero estaba sana y fuerte.

No había nada raro en ella, aparte de su pronto crecimiento. Por lo demás, seguía siendo una niña normal. Su apariencia había cambiado mucho, pues ya no era un bebe, y su pelo había crecido hasta llegarle a los hombros con unos perfectos rizos que le hacían parecer una muñeca. Tenía el pelo tan oscuro como su padre y cuando te miraba, era su viva imagen al tener el mismo color de ojos de Ciro. Era risueña, alegre y muy simpática, pero sobre todo, era cariñosa, y le encantaba estar encima de nosotros llamándonos la atención.

Era la alegría de la casa, la cual hacía que me levantara cada día con ganas de comerme el mundo con ella.

De nuevo me sentía feliz.

Volvía a serlo por ella, por el amor que esa niña me había devuelto.

Aunque admito, que observar su precioso rostro, y ver como sus ojitos se achican al sonreír, era como si estuviera observando al Duque, y por eso, y por su inmenso parecido, jamás podré olvidarme de él.

Mis pesadillas tampoco habían cesado y cada vez era más insoportable el dolor que sentía en el alma por no tenerlo a mi lado y compartir esa maravillosa experiencia juntos.

Pero esa mañana, después de desayunar juntos en el salón para aislarnos del frío invernal que atizaba la provincia de León, prometí a Katia que saldríamos a los caminos que rodeaban la finca para ayudar a Meredith con su recolecta de plantas y disfrutaríamos un rato juntas del exterior.

Tras abrigarla con un abrigo polar de color negro sobre su vestidito borgoña aterciopelado, le dije con cariño:

—No puedes separarte de mi lado en ningún momento cariño. Es muy temprano y los caminos están húmedos y con niebla.

Ella me miraba como si me entendiera y me sonreía.

Eran las ocho y media de la mañana, y tras haber estado toda la noche lloviendo, la densa niebla volvía a inundar los prados y el bosque que nos rodeaba. Y era normal, pues en nuestras tierras, también nos invadía esa blanca y misteriosa nube terrenal que amanecía todas las mañanas a nuestro alrededor.

Cogí mi chaqueta de cuero negra del perchero de la entrada, me la abroché hasta arriba y agarré la talega de Meredith para guardar las plantas.

—No olvidéis traerme hojas de sauce, las necesito para el ritual de la luna llena —nos dijo la inmortal sonriente mientras se acercaba a nosotras.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora