Esos ojos rojos me habían vuelto completamente loco.
Jamás imaginé que, en un rostro como el suyo, luciera ese color con tanto esplendor.
Toda ella era perfecta. No había nada que no me agradara de su delgado cuerpo.
Estar en su cama había sido extraño, pues nunca, había sentido un placer tan exquisito con una mujer.
Y eso me daba miedo, porque ni siquiera se me habían pasado las ganas de seguir haciéndola mía. Deseaba más, quería volver a la habitación y seguir uniéndola a mí hasta saciarme. Pero no podía hacerle eso, ella ya había tenido suficiente, pues no me podía quitar de la cabeza el desgarro que le había provocado.
Y aunque horas antes no me importaba tanto su persona, algo en mi había cambiado al sentir su magia dentro de mi cuerpo, y eso me confundía.
Hallarla tan frágil, me había hecho sentir un placer extremo. Saber que si empleaba toda mi fuerza la destrozaría, hacía que fuera aún más valiosa para mí.
Y mi manera de admirarla ahora era distinta, pues en mis adentros, había nacido algo que ni yo mismo podía gestionar. Y era muy pronto para admitirlo, pero esa bruja de pelo dorado, me había embrujado con tan solo pasar una noche en la cama conmigo.
Estaba jodido.
No podría quitarme de la cabeza ese momento.
Al entrar en mi dormitorio, tuve que meterme en la ducha para despejar mis pensamientos.
Ninguna mujer en mi larga vida, había logrado jamás que volviera a pensar en ellas después de haberlas tenido en mi cama. Pero la rubia lo había conseguido, y solo encontraba una explicación a eso, debía ser la conexión que teníamos o quizá la similitud de nuestras almas.
Ahora entiendo por qué era tan difícil no sucumbir a los encantos de las brujas, pues después de esto, no creo que fuera tan fácil acabar un reto.
Maldita meiga.
Era imposible sacármela de la cabeza.
Pero debía disimular.
Si en el infierno supieran de mis dudas, toda mi reputación se iría completamente a la mierda.
Así que debía aparentar normalidad, arroyándola con mi personalidad siempre, pues si ella descubriera que es la única que me había marcado, me destruiría.
Y eso no podía pasar, pues yo jamás había sentido amor por nadie, y ella no iba a ser la primera.
Tampoco le pondría las cosas fáciles, pues yo había venido a este mundo con un objetivo, y lo iba a conseguir costase lo que costase. No iba a dejar que esa bruja me enredara como habían hecho sus familiares con Harkan y Eros.
Lo que había pasado esa noche, así debía de ser, el pacto se tenía que sellar y la unión ya estaba forjada.
Tenía claro que la buscaría únicamente para mi beneficio, solo para pasarlo bien en la cama, pero nada más.
No dejaría que una simple hechicera humana me pusiera de rodillas.
Cuando salí de la ducha, me vestí y aprecié por el pequeño balcón de la buhardilla aquel entorno que me rodeaba.
Tenía que admitir que aquella tierra me gustaba, pues como me había dicho unas horas atrás Eros, aquí te sentías libre.
Me coloqué uno de los relojes que me habían regalado los chicos, y me perfumé antes de bajar las escaleras que me llevarían hasta la cocina.
Una vez allí, me sorprendí al volver a oler aquel aroma a café que creía haber olvidado.
Sonreí a las cocineras y observé como Iris, la mujer de Harkan, salía de una de las puertas de esa cocina.
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La Meiga Número 5
Viễn tưởngLa sociedad las creía extinguidas, pero las meigas siempre han estado presentes en Galicia. El aquelarre Zafiro, asentado desde hace milenios en el bosque da Fervenza, es un clan de hechiceros con una larga tradición y dinastía familiar, que esperan...