Capítulo 46

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Eran tantos los meses, que ya no sabía dónde buscarla.

Había recorrido muchísimo, intentando encontrar alguna pista, pero nadie me había ayudado. Ni siquiera había regresado al pazo para que me informaran de las novedades, no quería perder ni un solo segundo de mi inmortal vida, debía encontrarla, sin descanso, sin parar de hacerlo.

Desde el día en el que me marché de aquella prisión dejando a Jeremy mal herido, no me había puesto en contacto con ninguno de ellos, y aunque Harkan no había dejado ni un día de intentarlo mandándome mensajes de fuego, no quise contestarle, no quería que supieran mi paradero.

Pero ya no podía más, las brujas que me había encontrado a lo largo del camino, no me pudieron ayudar en nada, todas me decían lo mismo, que la elegida seguía viva. Y yo, eso ya lo sabía, pues había sentido el dolor tan atroz que sintió ella en su cuerpo hace poco más de un mes, y tenía claro, que debía de haber dado a luz a nuestro hijo. Y eso me remataba. No podía creer que me hubiera privado de tal cosa.

Así que esa misma mañana, presté atención a un mensaje que el demonio inmortal me había mandado, diciéndome, que alguien importante, me esperaba en el hogar del aquelarre Zafiro. La esperanza de volver a ver a la meiga me recorrió el cuerpo, ¿sería ella?, ¿habría regresado? Eso era lo que más deseaba en el mundo.

Me encontraba dirección a Francia para reunirme con unas brujas que residían en la ciudad de Marsella, pero tras recibir esa noticia, di media vuelta y me encaminé de nuevo hacia Galicia, no quería perder más tiempo, pues deseaba regresar y encontrar de nuevo a Damara.

Al atardecer, llegué a las afueras de la finca, esperé unos minutos dentro del coche, y suspiré, estaba agotado. Pero justo al entrar en el claro que rodeaba el exterior de la mansión, observé como aquellos guerreros seguían con su rutina de entrenamiento. Eran muchísimos más que antes, un buen pelotón de brujas y demonios que luchaban compenetrados y estimulaban sus dones al aire libre. Inhalé profundamente el olor de aquella tierra que tanto había echado de menos, y aprecié como Harkan se dirigía a mí con el rostro serio.

—Bienvenido de nuevo Ciro.

Yo asentí, y este me tendió la mano para darme un buen apretón.

—Tienes mal aspecto —me respondió apoyando ahora su mano en mi hombro.

—Estoy pensando en regresar al infierno —me sinceré.

Y realmente lo pensaba, no podía seguir con esa situación, no podía seguir sin ella, y la única escapatoria que tenía, era regresar a mi verdadero hogar y volver a llenar mi alma de maldad para recuperarme de ese dolor.

—No puedes irte Duque, no lo voy a permitir.

—No pierdas el tiempo en convencerme Harkan, ya no pinto nada aquí.

—Tonterías.

Lo miré abatido y le pregunté:

—¿Ella está aquí?

El demonio moreno de ojos negros, miró hacia la multitud, y después, volvió a clavar su mirada en la mía.

—No Ciro, ella no ha regresado.

—Entonces no entiendo tu llamado Harkan.

—Créeme que te alegrará la sorpresa.

Volvió a agarrarme del hombro, y me animo a caminar junto a él para acercarnos a los guerreros que nos miraban. Divise a Jeremy, junto a su sequito, a Leire, a pocos metros del pelirrojo, y a Iris, que me observaba seria, apoyada en el barandal de la escalera de piedra controlándolo todo.

Bajó lentamente las escaleras, y se quedó justo delante de mí posicionándose al lado de su marido.

—Menos mal que das señales de vida Duque.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora