Capítulo 10

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Finalmente, me tuve que poner el vestido negro, y aunque podía putearlo poniéndome otro de los tantos que tengo, decidí ponerme el negro por qué quería estrenarlo.

Me empapé en colonia y cuando estaba a punto de marcharme para bajar al salón, la puerta de mi dormitorio se abrió y entraron mis amigas.

Las admiré, pues habían llegado guapísimas.

Ágata se había recogido su largo pelo negro en una alta y estirada cola, haciendo que sus ojos delineados resaltaran aún más.

Se acercó a mí y me abrazó dándome un sonoro beso.

Después de ella, lo hizo Leire, que había optado por ponerse un vestido gris ancho complementado con un cinturón negro y sus botas de tacón a juego. Su pelo rojo, le caía completamente liso por su espalda y su maquillaje avivaba sus facciones de niña buena.

Nos miramos unos segundos y la pena me invadió.

No podía evitar derramar de nuevo unas cuantas lágrimas que tenía guardadas para ellas, pues Leire, nada más acabar de abrazarme, también rompió a llorar.

Nos fundimos en un largo abrazo de tres.

Ellas me entendían a la perfección, puesto que habían escuchado miles de veces el miedo que tenía a lo que recientemente me había pasado.

Pero allí estaban, de nuevo a mi lado, sin dejarme sola ni un segundo.

—Amiga —decía Ágata sin soltarme—. No llores, estamos aquí contigo.

—No nos han dejado verte antes, pero llevamos rato abajo intentando subir a acompañarte y achucharte —contestó Leire.

Las abracé aún más fuerte, las necesitaba.

Me limpié las lágrimas con cuidado de no desperdiciar mi maquillaje y les sonreí agradecida.

Suspiré, y dejé que me guiaran a los sofás que tenía en mi dormitorio mientras me agarraban de las manos.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Leire.

—Rara, muy rara.

—Normal —dijo Ágata.

—¿Qué sientes? —me preguntó de nuevo Leire.

Respiré hondo, cogí aire y le contesté:

—Pues no lo sé... estoy bipolar, a veces tengo ganas de reír porque me siento eufórica, pero después me entra una pena inmensa que solo me da ganas de llorar, ya lo habéis comprobado.

Las dos asintieron.

—Pues tienes que ser fuerte, todo esto que te ha pasado no es nada para ti —dijo Ágata—. Sé que puedes con esto y más.

—Pienso lo mismo —siguió Leire.

—Gracias chicas, gracias por no dejarme sola.

—Eso jamás, no creas que te vas a librar de nosotras tan fácilmente —me dijo Ágata moviendo el dedo de su mano negativamente acorde con su cabeza.

Sonreí de nuevo.

Mis amigas venían a animarme y debía dejar la pena a un lado, pues no quería llegar al festejo del medio día con los ojos hinchados.

—Por cierto, hoy estás guapísima —me alagó la pelirroja.

—¿Perdona? Guapísima se queda corto ¡Está cañón! —dijo de repente Ágata.

—Tampoco es para tanto

—Que no dice ¿Tú te has visto?

—Lo que dice Ágata es cierto —siguió diciendo Leire—. Estás más guapa que nunca, el ritual te ha sentado muy bien.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora