Capítulo 23

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Cuando Meredith y yo nos marchábamos para nuestros dormitorios, unos pasos nos sobresaltaron. Al girarnos, apreciamos como Eros bajaba las escaleras justo a nuestras espaldas con las manos metidas en los bolsillos del pantalón tejano.

—Necesitamos reunirnos, hay novedades en el tema.

Meredith lo miró y asintió.

—En diez minutos en la capilla.

Eros le sonrió y dijo:

—Sabes que los demonios no podemos entrar en la capilla mi vida, la haremos en el subterráneo me ha dicho Iris.

—Buena idea, podéis hacer allí la reunión tranquilos, nadie os molestará —les dije subiendo ahora los escalones del exterior del pazo.

—Podéis no, podemos Damara, tú también vienes.

—No, gracias, me voy a dormir ya.

—Por favor Damara, contábamos contigo —me contestó Eros sonriente.

Y tras replicar un rato con ellos, acepté, y nos dirigimos hacia el sótano, pero sin dejar de pensar que vería a Ciro, y que no podría evitar poner cara de vinagre después de lo que había visto esa noche en el invernadero.

Por el camino, nos encontramos con Iris y Harkan que estaban buscándonos.

Bajamos las oscuras escaleras que nos llevaban a él y por el camino fui encendiendo con mi poder las antorchas, puesto que a la bóveda nunca bajábamos y se conservaba tal y como era años atrás.

Llegamos a la enorme sala abovedada recubierta por muros de piedra y suelos de madera maciza y nos dispersamos por ella. En aquel lugar no había ni una sola ventana, pues era el subterráneo del pazo y allí mi familia almacenaba carnes y secaban hierbas, incluso plantaban algunas especies peculiares. Pero también, aquella sala estaba rodeada por mazmorras, celdas que antiguamente nuestros antepasados usaron en su beneficio cuando luchaban contra la inquisición.

Hacía años que aquellas habitaciones encarceladas no se utilizaban como antaño, es más, las aprovechábamos como trastero y mi padre guardaba barriles de vino y conservas.

El olor a humedad nos invadió, y yo, lo inhalé profundamente gustosa, pues era uno de mis olores favoritos.

Nos dirigimos hacia la enorme mesa de madera que había en el centro de la sala compuesta por dos enromes bancos. Meredith con su poder, hizo que unos troncos fueran lanzados hacia la chimenea de piedra que allí teníamos y con una simple sonrisa, me pidió que la encendiera. Después de hacerlo, procesé a encender las demás antorchas de la sala e iluminé está más viva que nunca.

Estaba nerviosa, las caras de Iris y Harkan eran serias y no paraban de cuchichear entre ellos, pero cuando todos estábamos sentados en la mesa esperando a comenzar esa reunión, Ciro entró.

Supuse que se habría dado una ducha después del revolcón con mi prima, la cara acelga, puesto que llevaba el pelo mojado y se había cambiado de ropa.

Nos miró a todos seriamente y posó sus ojos nuevamente rojos en los míos, mirándome aún más serio.

—Duque —lo saludó Eros.

Este le asintió con la cabeza, pero no dijo nada. Rodeó la mesa y se sentó a mi lado.

No me atreví a mirarlo de nuevo, pues estaba asustada por si le molestaba mi presencia en la reunión.

—Bien, ya estamos todos —dijo Iris —. Comencemos.

Harkan se puso al frente de la mesa y comenzó a explicarnos las novedades.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora