Capítulo 37

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Estaba libre. Ciro venía hacia aquí.

Agarré el palo con las dos manos para que no pudiera retorcérmelo y observé como Meredith se cernía sobre el inquisidor para atacarlo con un hacha que había adquirido de otro de los verdugos. Mi mundo se desmoronaba, no podía respirar. Estaba empezando a perder la noción del tiempo, puesto que todo a mí alrededor, se transmitía a cámara lenta por el estado de shock en el que me encontraba. Pero entonces lo volví a escuchar a él.

«Escúchame Damara»

«Lo hago» le dije penando y contestándole sin saber si me escucharía mentalmente.

«Bien. Como me alegra escuchar tu voz de nuevo»

Lo había conseguido, me escuchaba, estábamos conectados.

Intenté respirar mejor, pero el palo me lo impedía.

«Quiero que sepas que puedo ver lo que ven tus ojos, así que sácate el palo que te atraviesa. Sé valiente y hazlo» dijo con voz ronca y seria.

«Si lo saco moriré»

«Eso no va a pasar»

«¿Por qué tú no sientes mi dolor? Me estoy muriendo Ciro» le dije derramando las lágrimas más grandes de mi vida, pues esta, se me escapaba de las manos y en cualquier momento perdería la conciencia y la noción del tiempo.

«Claro que siento tu dolor, pero sácate el palo, por favor, no puedes morir»

No entendía por qué estaba tan tranquilo mientras me hablaba.

«No digas tonterías Ciro, no aguantaré mucho más, me voy a desmayar»

«No lo harás. No puedes morir cariño»

«¿Por qué dices eso?» le pregunté sin apenas tener conocimiento.

Apoyé mis manos en el suelo a la vez que lo hacía el palo que emanaba sangre a borbotones, inundando todo mi cuerpo y parte del pavimento.

«Damara no puedes morir porque estamos conectados y si yo no muero tú tampoco»

«Eso es imposible Ciro, deberías sentir el dolor que yo siento, deberías tener el pecho atravesado como el mío»

«Escúchame Damara. Claro que estoy atravesado, pero no acabara conmigo. Mi magia impide que lo que te pase a ti me dañe mortalmente a mí, recuerda que el pacto no está cerrado y no pueden hacerme daño a través de ti, aún no»

No quería creer lo que ese demonio me estaba diciendo. Si eso era verdad, significaba que estábamos conectados de cierta manera, pero no como la que quería estar.

«Pues solo me queda pedirte que me ayudes, no dejes que muera, mi familia me necesita Ciro»

Lloraba más fuerte. Con desespero. El dolor que estaba sintiendo me estaba matando lentamente.

«Shhhh no digas nada más y escúchame»

Lo hacía, era lo único que quería en esos momentos, escuchar su voz.

«Damara, sácate el palo de una vez del cuerpo, hazme caso, no puedes morir, ¿Y quieres saber por qué?»

Volví a mirar al frente como pude, aguantando el dolor que me irradiaba hacia el cuello, pero tenía que asegurarme de que Meredith seguía viva. Y así fue, allí estaba luchando contra aquel gigante como una auténtica valkiria.

«Por favor Ciro, no aguanto más, dime lo que tengas que decirme por qué estoy a punto de perder la conciencia»

Llegué a escuchar el suspiro que de su pecho había emanado. Podía sentir su cuerpo, sus movimientos, su inquietud. Y entonces me volvió a hablar cariñosamente.

La Meiga Número 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora