Al llegar a la espectacular y grandiosa casa de esa pareja inmortal, quedé pasmada con el lujo que allí se apreciaba. Si el pazo de nuestra dinastía era hermoso, este no se quedaba atrás.
Me encantó admirar como las paredes de aquella fachada eran revestidas de piedra de cantería, contrastando los colores tierra con la blanca pared adornada por plantas trepadoras de color rojizas como lo era la planta llamada parra virgen. Las ventanas eran de madera oscura y el enorme portón de acceso al interior era negro y con relieves dorados a su alrededor. Una casa de en sueño. Rodeada por una preciosa y verde finca perfectamente cuidada y oculta tras los enormes árboles que la camuflaban.
El interior de la casa era muy espacioso, todo revestido con madera y decorado con plantas de colores vivos. Era la viva imagen de nuestra mansión, ya que por dentro de esta, era prácticamente idéntica a nuestro pazo. E intuía porque, puesto que Meredith había nacido y crecido en nuestra casa años atrás y seguro que quiso rememorar su hogar.
Me habían alojado en una de las habitaciones contiguas a la principal para tenerme más cerca por si los necesitaba en cualquier momento de la gestación y pudieran acudir a mí lo más pronto posible. Estaba muy agradecida con ellos por todo lo que estaban haciendo por nosotros. Ya que un mes después de estar allí alojados, comencé a tener pérdidas de sangre y lo único que podía hacer era estar en reposo y descansar. Y lo hacíamos juntos, sentados alrededor de la gran chimenea, apreciando la nieve que rodeaba el exterior.
—¿Cómo te encuentras hoy? —me preguntó Meredith inquieta.
Sentada en un butacón de cuero negro y tapada con una manta admirando las llamas de la chimenea, le respondí.
—Estoy bien, no te preocupes, ya hace unos días que no he vuelto a sangrar. El reposo me está sentando bien.
—Damara —se dirigió a mi Eros—. Entiende que estemos preocupados. No sabemos qué clase de criatura vas a tener. Jamás una bruja ha tenido un hijo de un demonio.
—Ya lo sé, me lo habéis dicho muchas veces. Pero si queréis llamad a un médico o llevarme al hospital, así saldremos de dudas —les dije seria.
Los dos me miraron en silencio.
—No podemos arriesgarnos de esa manera —me contestó Meredith—. ¿Y si no es como nosotros? ¿Y si cuando lo descubran acaban con vuestras vidas? No nos podemos permitir que eso ocurra Damara.
—Yo no presiento que sea ningún monstruo, al fin y al cabo, soy humana, algo de mí sacará, ¿no?
—Puede ser. Esperemos que así sea —me contestó Eros.
Las horas pasaron y seguíamos allí sentados, mientras que mi antepasada preparaba la merienda. Estaba muy incómoda, pues tenía una presión bajo la barriga desde hacía unos días y no les había comentado nada.
—¿Sabéis algo de Jeremy? —les pregunté.
Ellos negaron con la cabeza.
—¿Creéis que le ha pasado algo?
—Esperemos que no —contestó Meredith.
—Ya llevamos más de un mes aquí y no sabemos nada del aquelarre
—Harkan no deja de mandarme mensaje intentando localizarnos —siguió diciendo Eros—. Pero no puedo contestarle, nos encontrarían.
La intriga se apoderaba de mí.
Necesitaba saber sobre mi familia, sobre mis amigas, y sobre todo necesitaba saber algo de Ciro. Saber que estaba libre y que todo ese tiempo había estado buscándome me estaba consumiendo.
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La Meiga Número 5
FantasíaLa sociedad las creía extinguidas, pero las meigas siempre han estado presentes en Galicia. El aquelarre Zafiro, asentado desde hace milenios en el bosque da Fervenza, es un clan de hechiceros con una larga tradición y dinastía familiar, que esperan...