Estuvimos un buen rato saboreándonos sin poder despegarnos.
Pero tras ver que la cosa iba a ir a más, me lo quité de encima como pude y hui dejándolo allí plantado.
No quería volver a caer en su embrujo, pues me había sentado muy mal que la noche anterior se fuera de mi dormitorio como si huyera de algo. Sin quedarse conmigo descansando en mi cama, marchándose y dejándome plantada como si fuera una ramera que había pagado sus servicios. Y no quería que me volviera a pasar, pues si me quedaba con él, volvería a dejar plantado a Marcos y no podría asistir a la cita que teníamos programada.
Corrí sin mirar atrás hasta llegar a la mesa de bebidas, pero antes de llegar, miré hacia atrás para comprobar que no me estaba siguiendo y de golpe me choque con alguien.
—Perdón, perdón —dije agarrando sus brazos.
—No pasa nada —dijo Marcos—. ¿De dónde vienes tan alterada?
De luchar contra mi peor pesadilla, pensé.
—De la despensa, se me ha cerrado la puerta y he tenido que dar la vuelta a la casa para llegar de nuevo aquí — le mentí con la sonrisa más falsa del mundo.
—Te habría acompañado si me hubieras avisado.
—Oh, gracias, ya está.
Él asintió sonriente.
—Discúlpame, me voy para mi cuarto a descansar un rato, nos vemos luego.
—¿Luego? —contestó Marcos mirándome, pero no le hice caso y lo dejé allí plantado.
Como alma que lleva el diablo, me adentré en la casa toda iluminada y llena de gente, y subí los escalones de dos en dos hasta llegar a mi habitación.
Cuando estuve dentro, me apoyé en la puerta y respiré agitadamente tras la carrera.
—Que estás haciendo Damara —me dije a mi misma.
No podía seguir negando lo innegable.
Ese demonio me iba a volver loca.
Pero no podía permitir que jugara conmigo.
No podía calentarme de esa manera.
Tan solo hacía un día que nos conocíamos y ya estaba sintiendo dependencia hacia él, sin recordar que ya nos habíamos acostado.
Menudo desastre.
Yo no había sido así en la vida.
Jamás se me había pasado por la cabeza estar tan ansiosa por un hombre.
No, definitivamente no. No podía seguir, así o me rendía a él, o me tocaba ser fuerte y aguantar, para cuando llegara el final, sufrir como una descosida.
Una parte de mí decía que cesara, que lo buscara e intentara cumplir el tratado y conseguir su amor. Pero otra, tenía miedo.
Miedo a ser rechazada, a hacer el ridículo mientras me enamoraba, y él, exclusivamente me usara para complacer su gran apetito sexual.
Así que no quise pensar más en Ciro y me dirigí a la ducha, no sin antes observar bien mi habitación para asegurarme de que estaba sola.
Necesitaba darme una ducha de agua fría, pues el calentón que llevaba encima, tras el magreo que el Duque me había dado, estaba que me subía por las paredes.
Debajo de la ducha, me venían imágenes de la noche anterior y eso no me estaba ayudando. Por lo que volví a pensar en Marcos, en cómo iba a actuar con él. No quería hacerle daño ni darle falsas esperanzas, pero si Ciro me rechazaba en el tratado final, estaba convencida de que el interés que había mostrado el rubio hacia mí era el mismo que en su día tuvo mi padre por mi madre. Y que, con el tiempo, podría llegar a sentir algo por él, pues también era mi prototipo de chico físicamente.
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La Meiga Número 5
FantasyLa sociedad las creía extinguidas, pero las meigas siempre han estado presentes en Galicia. El aquelarre Zafiro, asentado desde hace milenios en el bosque da Fervenza, es un clan de hechiceros con una larga tradición y dinastía familiar, que esperan...