Habían pasado dos meses y medio de la audiencia con los clanes.
Y Damara y yo, estábamos a tan solo tres semanas para que concluyera nuestro pacto.
Habíamos estado muy ocupados durante estos últimos meses entrenando a todos los brujos y brujas que se unieron a nosotros el día del acuerdo.
Iris y Harkan, regresaron a la semana siguiente de su marcha con varios miembros más que se habían instalado con los demás en el pazo y se entrenaban junto a nosotros.
Teníamos dones increíbles entre ellos, los entrenamientos eran espectaculares cada vez que aumentaban y expandían su poder cuando lo ponían en práctica. Había personas muy poderosas y valiosas en nuestro ejército, dones exclusivos y raros que eran dignos de admirar.
Teníamos a una chica con el don de sanar, y aunque entre esos clanes había miles de curanderas, el poder de esa niña era muy especial, pues con tan solo tocar tus heridas, estas cicatrizaban al momento, e incluso, podía llegar a regenerar huesos y órganos. Algo, que jamás en mi larga existencia, había visto en el infierno.
También destacaba un chico de uno de los aquelarres del sur. Uno con el poder de convertirse en miles de granos de arena, de desintegrarse, y viajar a su antojo a través de la tierra para aparecer donde él quisiera. Sin recalcar a Ágata y a Leire, que sus dones habían mejorado en exceso y eran un escándalo practicándolos contra los demás.
He de admitir que el don de Damara también había crecido mucho, puesto que de vez en cuando, le transmitía mi magia, y su maldad, relucía en forma de elementos especiales. Recalco que de vez en cuando, porque no siempre sucumbe a mis encantos, puesto que, si fuera por mí, estaría día sí y día también metido en su cama, y aunque lo deseaba con todas mis fuerzas, sigue sin querer ponerme las cosas fáciles.
Así que intento pasar al máximo el tiempo con ella, pero lo justo, porque creo que es suficiente para los dos y para cerrar el tratado, ya que sabe de sobras, que solo tengo ojos para ella. Pero no quiero cantar victoria, pues las brujas son traicioneras y me puedo desilusionar cuando llegue el día de cerrar el pacto.
Y espero que ese día sea glorioso para los dos, pues no deseo más en esta vida que liberarme de las esclavas, que su alma me pertenezca, y quiera pasar el resto de la eternidad junto a mí.
Aunque sé que eso será complicado, tenía una pequeña esperanza de que así sería, puesto que, a día de hoy, a tan solo tres semanas del esperado cierre, no deseo una vida que no sea compartida con la suya.
Porque sí, estaba completamente enamorado de Damara y aunque había odiado su rechazo y su mal carácter constante, admito que había vencido al miedo y estaba orgulloso de haber retado a la rebelde meiga número cinco.
Esa mañana, observé como se despertaba complacida tras la noche que habíamos pasado juntos. Observarla dormir en mi pecho, era uno de los mejores placeres recién descubiertos que solo con ella quería disfrutar.
Se apoyó con un codo en la cama, mientras que su otra mano la apoyaba en mi pecho y sonreía mirándome.
—Buenos días loba.
—Buenos días Duque.
Sonreí gustoso.
—Si me miras fijamente, es porque aún debo tener los ojos más rojos que los tuyos.
Le contesté con un asentimiento de cabeza y la besé fugazmente en los labios.
Después, se incorporó en la cama aún desnuda, y se aceró a mí con una mirada picara admirando mi cuerpo.
—¿Me estás provocando? —pregunté en un susurro.
—¿Yo? En absoluto.
Volví a reír. Y cuando estuvo a punto de levantarse, la agarré del brazo y la acerqué de nuevo a mí.
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La Meiga Número 5
FantasiaLa sociedad las creía extinguidas, pero las meigas siempre han estado presentes en Galicia. El aquelarre Zafiro, asentado desde hace milenios en el bosque da Fervenza, es un clan de hechiceros con una larga tradición y dinastía familiar, que esperan...