Capítulo 40

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De la mesa del futuro se puso de pie un encapuchado igual de bajito que el anterior, sin embargo, este tenía la cabeza agachada y una postura sumisa casi parecía temblar mientras caminaba hacia el escenario que parecía cernirse sobre la criatura. Al llegar a la tarima se quitó la capa muy despacio, dejando ver a una jovencita de cabello castaño corto con unos ojos negros rasgados y algo que parecía ser un uniforme de Gryffindor pero no lo era, solo un vestido que cargaba los mismos colores.

La joven en el escenario respiraba profundo, daba la impresión de que no podía atreverse a hablar, miraba a todos con miedo, era lo único que brillaba en los ojos de la joven, que además tenía un pequeño temblor en el cuerpo

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La joven en el escenario respiraba profundo, daba la impresión de que no podía atreverse a hablar, miraba a todos con miedo, era lo único que brillaba en los ojos de la joven, que además tenía un pequeño temblor en el cuerpo.

—Bue... Buenas ta... Tardes —dijo tartamudeando —Mi... Mi nombre... Es Kat... Katherine Dri... Driggori Chang.

Los estudiantes solo la miraban un poco sorprendidos y parecía que nadie notó a quien se refería y solo la miraban, ella procedió a aclarar con voz temblorosa:

—So... Soy la úl... Última hija de... Estefan...Dri... Driggori y... Y... Cho... Cho Chang— la respiración de la niña se hacía pesada.

Nadie hablaba ni festejaba, aunque todos ya habían reconocido quienes eran sus padres.

—¡Eres hija mía! — dijo Cho entusiasta luego de unos momentos, acercándose a la mesa donde estaba el hermano de su anterior pareja.

—S... Si— comento la niña.

—¿Cuantos tienes? — pregunto.

—T... Tengo... Do... Doce— respiro profundo.

—¿Y eres mi hija? — pregunto Estefan Driggori solo buscando la confirmación de lo que ya sabía pues, él y Cho se habían estado consolando mutuamente por la muerte de Cedric y no había nadie más con ese apellido, solo él podía ser el padre de la niña. Además tener a la pelinegra a su lado era suficiente declaración.

—S... Si... — se notaba incómoda, era obvio para todos que no quería estar allí, comenzó a agachar la cabeza, como si buscara ocultarse en su propio cuerpo.

—¡Katherine! Párate derecha y compórtate como una señorita— el grito vino de la mesa del futuro.

La actitud dejo helados a todos por la sorpresa, y muy preocupados a varios, pues la niña de la tarima se veía al borde de las lágrimas, más de uno sintió pena era, era obvio que la niña estaba sufriendo y nadie parecía querer ayudarla.

—¡Sí mamá! — respondió con la voz tomada por el grito, volvió a respirar hondo y se enfrentó a las miradas de todo el comedor sobre ella— Vo... Voy a Huf.. Hufflel.... Hufflepuff... —la niña se aturdió en el momento en que los aplausos llegaron, tuvo el impulso de taparse los oídos como solía hacer cuando los ruidos, los gritos, eran muy fuerte para ella, lo que ocurría casi siempre, ya que no podía soportar nada por sobre un volumen normal.— mis... mis materias.. fav... favoritas son Her.. Herbologia y.. y trans.. Transfor... maciones —respiro, se veía agotada.

—¿Tus padrinos? — pregunto su padre tratando de guiar la conversación

—Tía Gi..Ginny .. y.. De..Dean—sonrió a los mencionados sus manos jugaban con el pliegue de su falda aun completamente nerviosa.

—¿A que me dedico? —pregunto ansiosa la pelinegra.

—Tu.. Tu... traba..— respiro hondo y continuo —Trabajas en el pe.. —sus manos se apretaban más fuerte su falda —periódico.

—Ha bien ¿y que hago? — continuó preguntando la joven de cabello negro sin importarle el estado de ansiedad de su futura hija.

—Asistente... de.. re..redacción— comentó la pequeña, en realidad su madre tenía un trabajo de becaria, pero habían insistido en que no dijera eso. —Ced ¿pu.. puedo ba.. bajarme ya? — miro a su hermano esperanzada. Ya no tenia forma de enredar su mano en la tela.

—Si baja Kat... —comento el joven un poco molesto con sus padres, para segundos despues recibir en sus brazos a una niña de doce años temblorosa que no quería saber nada con llamar la atención.

El matrimonio Driggori-Chang era mirado con recelo, a nadie le había gustado la actitud de esa familia para con su hija más joven. Nadie excepto el directo que se encontraba degustando uno de sus dulces preferidos y consideraba que la niña solo necesitaba mano más firme.

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