CAPÍTULO 6

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Cuando llegué a casa parecía que me había pasado una locomotora por

encima. No podía con el culo. El subidón de adrenalina y los nervios que

había tenido durante mi encuentro con Alfonso Herrera se transformó en un

bajón de tres pares de narices cuando puse un pie en mi pequeño

apartamento.

Eché el bolso a un lado y me dejé caer en el descolorido sofá. Así estuve

un rato, con la cara aplastada contra el cojín. Me sacó de mi letargo el sonido

del móvil. Lancé al aire algo parecido a un gruñido. Ni siquiera California

Gurls de Katty Perry era capaz de hacer que me levantara de allí.

Quien estuviera al otro lado insistió hasta que finalmente me incorporé,

metí la mano en el bolso para buscar el teléfono y lo cogí.

—Hola, Layla —dije.

—Hablas como si te hubiera pisoteado una manada de elefantes —

observó.

—Algo parecido.

—¿Tan mal te ha ido con Alfonso Herrera?

—Ese hombre es... —Bufé—... no sé ni cómo catalogarlo. Se pasa el día

gruñendo y ladrando órdenes como un perro.

—Pongo el teléfono en manos libres porque está conmigo Kim —dijo

Layla.

—Vale.

—Hola, Anahí —me saludó en tono cantarín.

—Hola, guapa.

—¿Lucifer te ha enseñado ya el rabo y el tridente? —bromeó Kim.

—Él siempre lo tiene a la vista, para que no te olvides de quién es.

—¿Te ha ido mal en la entrevista con él? —me preguntó Layla.

Alcé los hombros.

—Ni mal ni bien. La bienvenida no fue muy cálida, que digamos. No es

un hombre que te haga sentir cómoda —contesté—. Es más, creo que lo que

le gusta es precisamente eso, hacerte sentir incómoda con su... abrumadora

presencia.

—Joder, pues que chungo, ¿no? —intervino Kim.

—Muy chungo, sí. Alfonso Herrera es un cabrón con todas las letras —

apunté—. Ya me ha advertido que evite llevar colores estridentes en el

trabajo.

—¿Qué te has puesto? —dijo Layla.

—El traje pantalón rosa.

—¿El rosa chicle? —intervino Kim.

—Sí, y parece que no le ha gustado mucho.

—Bueno, Anahí, es que ese traje se las trae —comentó Layla.

—Pues menos mal que no ha visto las pelotillas que tiene en algunas

zonas —añadí.

Layla y Kim se echaron a reír al otro lado de la línea y yo terminé riendo

con ellas.

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