Alfonso Herrera
Cuando terminé de leer el libro, ya en plena madrugada, miré si podía
arreglar la persiana del salón. Sin hacer ruido para no despertar a la señorita
Puente, desatornillé el cajetín de la cuerda con la punta de un cuchillo, a
falta de destornillador. La cuerda estaba retorcida también dentro y no podía
pasar por la pieza redonda que permitía recoger la persiana. Alcé los brazos y
con paciencia la fui estirando poco a poco hasta dejarla perfecta. Subí y bajé
la persiana un par de veces y cuando comprobé que iba bien, atornillé de
nuevo el cajetín.
Llevé el cuchillo a la cocina y a la vuelta me senté en el borde del sofá y le
palpé la frente a la señorita Puente. La fiebre le había vuelto a subir. Miré la
hora y vi que ya se había pasado el efecto del último analgésico que se había
tomado. Me incliné y la llamé.
—Señorita Puente..., señorita Puente...
Seguía dormida como un tronco, probablemente por la fiebre. Algo que
desconozco me impulsó a acercar la mano a su mejilla y acariciársela con los
dedos.
—Señorita Puente... —volví a intentarlo.
Sus ojos se abrieron lentamente. Antes de que se percatara de mi caricia,
retiré la mano. Su mirada somnolienta se cruzó con la mía. Tenía el aspecto
de arrastrar el cansancio de muchos días.
—Señor Herrera... —Me miró sinceramente sorprendida, pestañeando
repetidamente, como si no esperara verme allí.
—Pensé que se habría ido... —musitó con voz pesada.
—No, señorita Puente, no voy a dejarla sola —dije.
—¿Qué pasa? —me preguntó.
Se frotó los ojos con los puños como una niña pequeña.
—Le ha vuelto a subir la fiebre —susurré. Frunció el ceño, como si
estuviera aburrida de tener tanta fiebre.
Se tocó la frente.
—Es verdad —dijo.
—Tómese la temperatura.
Cuando se quitó el termómetro tenía treinta y ocho con uno. No era tan
alta como cuando había llegado, pero seguía siendo una fiebre importante.
Eché agua en el vaso y le tendí el analgésico mientras se sentaba en el sofá
con semblante agotado. Cogió ambas cosas de mis manos, se metió la pastilla
en la boca y tomó un sorbo de agua.
—Bébase toda el agua —dije, al ver cuáles eran sus intenciones.
En aquella ocasión no replicó, como había hecho las anteriores veces, se
limitó a obedecer sin más.
—Seguro que se está arrepintiendo de haberse quedado —comentó—.
Estoy siendo un coñazo, ¿eh?
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Cicatrices
Fanfic(Aclaración: esta historia es una adaptación de una novela original. Todos los derechos quedan reservados a su autor original, así como la portada) Sinopsis: Anahí es una becaria que entra a trabajar en una prestigiosa empresa americana. Alfonso es...