CAPÍTULO 36

92 9 1
                                    

Alfonso Herrera

Me llevé el plato y los cubiertos a la cocina y los fregué junto con la sartén

y los cacharros que había utilizado para hacer la tortilla. Sí, lo estáis leyendo

bien. Lo fregué, aunque no me puse ningún delantal, pero lo fregué. Una

acción que no hacía ni siquiera en mi casa. Si no lo hacía el lavavajillas, lo

hacía la asistenta.

Mientras enjuagaba las cosas bajo el grifo me pregunté por qué estaba

haciendo todo aquello. Por qué estaba en la casa de la chica de prácticas,

cuidándola y fregándole los platos... ¿Qué me había incitado o impulsado a ir

a su casa? ¿Y a quedarme? ¿Y a hacerle la cena? ¿Y a fregarle los platos?

¿Cuándo había hecho yo algo igual o parecido?

¿Me sentía mal por el trato que le había dado sin merecérselo? ¿Por

haberla dejado todo el día en la oficina calada hasta los huesos en vez de

mandarla a casa? ¿O había algo más? Algo que se me escapaba de las

manos...

No, no había nada más. ¿Qué podría haber? Nada. Absolutamente nada.

Simplemente era una forma de recompensarle y de acallar mi conciencia.

Cuando volví al salón, la señorita Puente se había quedado dormida. Su

pecho ascendía y descendía pausadamente debajo de su gracioso pijama de

pingüino. Le había disminuido la fiebre, así que la arropé con la manta para

que no se quedara fría.

Hasta ese momento no me había dado cuenta de que no había cenado. Ni

siquiera había llegado a casa cuando decidí ir a ver a la señorita Puente y mi

estómago solo estaba con un café que me había tomado a mitad de la tarde en

la oficina.

Fui de nuevo a la cocina y me fijé que encima del frigorífico había varias

cajas de cereales. Estiré la mano y cogí una de ellas. Eran los famosos Froot

Loops. Al lado había una caja de Cocoa Puffs y otra de Cocoa Pebbles.

Me descubrí sonriendo mientras observaba los coloridos dibujos. ¿Por qué

no me sorprendía que la señorita Puente tuviera todas esas cajas encima de

la nevera? Lo raro hubiera sido que una persona como ella no tuviera cajas de

cereales. Esas cajas de cereales, precisamente. Los cereales que comen los

niños.

—Si es que es como una niña pequeña... —musité.

Me la imaginé sentada como un indio en el sofá, con un enorme bol

decorado con colores chillones, hasta arriba de cereales con leche (porque

habría más cereales que leche, eso seguro) mientras veía alguna comedia de

situación americana tipo Mom, Dos hombres y medio, Los Goldbergs, The

Big Bang Theory, The Middle o la archiconocida Friends. Le pegaba tanto.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora