Aquellas palabras hicieron que me ruborizara. ¿Alfonso loco por mí? Tenía
que ser algo fruto del momento o de la conversación. Pero hechos son amores
y por si no me quedaba claro, me lo demostró, como si estuviera oyendo mis
pensamientos. Me besó lentamente y de una manera que me resultaba
adictiva. ¿Qué coño tenían sus labios que me gustaba tanto besarlo?
Con un movimiento ágil se tumbó encima de mí, colocándose entre mis
piernas. Se apoyó en las manos y me miró con sus penetrantes ojos, tan
verdes como un mar del Caribe. Lo hacía tan intensamente, diciéndome tantas
cosas, que dejé de preocuparme de todo lo que revoloteaba en mi cabeza.
—Anahí... —susurró, paladeando mi nombre letra a letra.
Solo tuve fuerzas para decir el suyo.
—Alfonso...
Parecía haber tanto encerrado en nuestros nombres, que nos daba miedo
decir algo más que pudiera estropearlo.
Alfonso movió las caderas y se coló con facilidad dentro de mí.
—No te has puesto preservativo —dije.
—Yo estoy sano.
—Y yo, pero...
—Me correré fuera... —Suspiró en mi boca—. Déjame sentirte un rato
así, sin nada...
Oh, Dios mío querido. ¿Qué no iba a dejar que hiciera si me lo decía con
esa voz, que era fundente como el chocolate? Con este hombre a una le daban
ganas de decir esas frases tan de radionovela de décadas atrás como:
«Tómame, Alfonso. Tómame» o «Hazme tuya». Menos mal que me mantenía
callada, porque en momentos de éxtasis somos capaces de decir cualquier
cosa que se nos pase por la cabeza, aunque sea una gilipollez.
Alfonso empezó a menearse encima de mí lentamente, con un movimiento
que resultaba hipnótico. Fluía, sin más. Devastando el deseo de la forma en
que lo habíamos conocido hasta ese entonces. Como si estuviéramos hechos
para adaptarnos el uno al otro.
Seguí su ritmo cadencioso con mis caderas, deleitándome con el perfecto
acoplamiento de su cuerpo con el mío y la magia que destilábamos, como si
de pronto follar no fuera solo follar, sino algo más, algo que estaba en otro
nivel, y que no acabábamos de comprender.
—Oh, chiquitina... —murmuró mientras se movía arriba y abajo.
Me agarré a su espalda y recorrí sus músculos con las manos. Las fui
bajando por los costados hasta alcanzar el culo. No pude evitar apretar sus
glúteos respingones. Eran... de otro mundo. Como todo él. Porque Alfonso
poseía una belleza masculina como la de ningún otro hombre; exótica,
animal, racial...
Me corrí sin darme cuenta. No me malinterpretéis. No quiero decir que no
me enterara del orgasmo, que enterarme me enteré de sobra, porque fue uno
ESTÁS LEYENDO
Cicatrices
Fanfic(Aclaración: esta historia es una adaptación de una novela original. Todos los derechos quedan reservados a su autor original, así como la portada) Sinopsis: Anahí es una becaria que entra a trabajar en una prestigiosa empresa americana. Alfonso es...