Alfonso me llevó a mi piso antes de ir a la oficina. Evidentemente no iba a
presentarme con el vestido de fiesta que había llevado al evento de Genliant,
y aunque las camisas y las sudaderas de Alfonso me habían hecho un apaño
durante el fin de semana, no era plan de utilizarlas más allá.
En casa me volví a dar una ducha rápida y me puse algo apropiado para ir
al trabajo. Una falda con un poco de vuelo por las rodillas, una camisa blanca
metida por dentro y unas botas altas fue el conjunto que elegí.
Nos volvimos a ver en su despacho, ya fuera de nuestra pequeña burbujita
de cristal, y lo de «cristal» es casi literal en este caso, porque las paredes de
su piso son cristales.
Me sentí rara y algo desubicada allí dentro. Como si en vez de haber
pasado dos días hubieran pasado dos años. Alfonso ahora ya no era solo mi
jefe, también era el tío con el que había follado como una descosida durante
el fin de semana, con el que había compartido risas y confidencias, y la
persona que había visto por primera vez mi cuerpo lleno de cicatrices. Todo
había estado teñido de tanta intensidad que tendría que darme un tiempo a mí
misma para ir asimilándolo. No quería terminar indigestándome. Habían
pasado muchas cosas, todas buenas, algo a lo que no estaba acostumbrada, y
eso me daba cierto miedo. Que complicados somos los seres humanos,
¿verdad? Ni siquiera cuando las cosas nos van bien somos capaces de
disfrutar como debemos. Tantos rincones oscuros en nuestra mente que no
nos dejan ser como tenemos que ser, como nos merecemos ser.
Llamé a la puerta de cristal con los nudillos.
—Adelante —oí decir.
Abrí y entré.
—Alfonso, vengo a recordarte la agenda del día —dije, una vez que llegué
frente a su mesa con la Tablet en mano.
Carraspeé para aclararme la garganta. Estaba algo nerviosa.
—¿Qué ocurre? —me preguntó Alfonso, que debió de leer la expresión de
mi cara.
—Me siento rara —dije.
—¿Por qué?
—No sé... —Me encogí de hombros—. Incluso no llamarte señor
Herrera.
—Puedes llamarme señor Herrera si te pone —dijo con una sonrisilla
burlona.
Me reí.
—No es eso —repuse.
—¿Entonces?
Me parecía increíble que apenas unas horas antes hubiera estado gimiendo
su nombre mientras me corría. Quizá había un poco de morbo entre todas las
sensaciones que tenía. Ya sabéis, por lo de ser jefe y asistente ejecutiva, y el
componente erótico que algunas veces lleva implícita esa relación.
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Cicatrices
Fiksi Penggemar(Aclaración: esta historia es una adaptación de una novela original. Todos los derechos quedan reservados a su autor original, así como la portada) Sinopsis: Anahí es una becaria que entra a trabajar en una prestigiosa empresa americana. Alfonso es...