Estaba terminándome mi sándwich en la cocina cuando entró el señor
Herrera.
—¿Le queda mucho? —me preguntó.
Alcé los ojos y le miré por debajo de la línea de las pestañas.
—Solo el yogurt —dije, señalando con el dedo el yogurt Yoplait de tarta
de lima que tenía encima de la mesa—, pero termino enseguida.
—No se preocupe, tenemos tiempo de sobra.
Mientras yo le quitaba la tapa al yogurt y hundía la cuchara en él, el señor
Herrera cogió una cápsula del armario y se preparó un café en la máquina
Nespresso.
—Hoy ya tiene mejor cara —comentó, apoyado en el borde de la encimera
donde estaba la cafetera.
Se acercó el vaso de cartón a los labios y dio un sorbito. Madre mía, hasta
verle beber empezaba a resultarme sumamente sexy. Pero no era yo, era él,
que era insoportablemente sexy.
—Sí, ya me encuentro mucho mejor —dije, metiéndome una cucharada de
yogurt en la boca y apartando la mirada de su cuerpo serrano.
—Si se queda con el piso de Madison Avenue, se despreocupará de llegar
calada a la oficina. No tendrá que coger el metro, solo el autobús, y la dejará
justo enfrente del edificio. Solo tardará unos veinte minutos en llegar aquí.
Podrá dormir un poco más.
La verdad es que, se mirase como se mirase, era incapaz de encontrar un
motivo para rechazarlo, y no lo haría a menos que quisiera quedar como una
estúpida. Tal vez tendría que verlo desde otra perspectiva. Como una
empleada de la compañía más grande del país a la que se le da un incentivo y
no como caridad.
Bajamos en silencio en el ascensor hasta el aparcamiento. No había nadie
más excepto nosotros. El olor de su colonia invadía por completo el aire y yo
sentí como si me narcotizara. Aunque no sabía si era por su aroma o por él.
Últimamente no era capaz de controlar las emociones que despertaba en mí.
Me vino a la cabeza la idea de que estábamos inmersos en la típica escena
de libro romántico-erótico en la que los protagonistas terminan follando
como posesos en el ascensor, o metiéndose mano, en su defecto, si el
ascensor va con gente. Estaban todos los ingredientes: un ascensor último
modelo, grande y vacío, un protagonista condenadamente guapo que olía a
las mil maravillas y un significativo silencio de esos que contienen la tensión
sexual e irresistible que existe entre los protagonistas. En la ecuación, claro,
fallaba yo, y fallaba de una manera estrepitosa. Estaba muy lejos de ser la
protagonista de una historia de libro, en la que el jefe se enamora
perdidamente de su secretaria. Yo a mi jefe en vez de ponérsela dura, le
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Cicatrices
Fanfic(Aclaración: esta historia es una adaptación de una novela original. Todos los derechos quedan reservados a su autor original, así como la portada) Sinopsis: Anahí es una becaria que entra a trabajar en una prestigiosa empresa americana. Alfonso es...