CAPÍTULO 67

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Alfonso Herrera

Por fin.

Hacía muchísimo tiempo que no me corría con tantas ganas, que no había

tenido un orgasmo tan intenso como aquella noche con Anahí. La erección

había sido descomunal, por eso hubo un instante en que pensé que con mi

polla tan dura y grande no podría albergarme dentro. Se había juntado un

compendio de cosas. Las ganas que le tenía, saber que era el primero, esa

vulnerabilidad que tanto me atraía, el deseo que veía traslucir en sus vivos

ojos azules... Anahí era sorprendente.

Salí de su cuerpo muy despacio y me fui al cuarto de baño. Dentro, me

quité el preservativo. Tenía una ligera mancha rosada en el extremo, pero

nada alarmante. Era mejor así. Lo anudé y lo tiré en la papelera.

—¿Cómo te encuentras? —le pregunté, haciéndome un sitio en su lado en

la cama cuando regresé al dormitorio.

—En la puta gloria —soltó de pronto, aún con la respiración algo

entrecortada.

Su entusiasmo me hizo abrir los ojos, pero así era Anahí. Espontánea,

natural... No creo que hubiera en el mundo otra persona igual que ella. Era

imposible.

—Esa boca, señorita Puente —le dije, fingiendo regañarla.

Se echó a reír con cierto sonrojo.

—No estamos en horario laboral, señor Herrera —respondió.

Me volví un poco hacia ella y tras colocarle un mechón de pelo detrás de

la oreja, fundí mi boca con la suya en un beso sensual.

—Ha sido perfecto —susurró, vagando la mirada por el techo.

—Todavía puede ser más perfecto —dije.

Metí el brazo entre su espalda y el colchón y la obligué a girarse hacia mí.

Tiró de la esquina de la colcha para arroparse.

—Ahora sí que es perfecto —suspiró, con la cabeza apoyada en mi pecho

y la mano sobre mi vientre.

Se quedó dormida con mi brazo alrededor de su espalda, mientras le

acariciaba el pelo, dibujando círculos con la yema de los dedos.

Yo permanecí despierto mucho tiempo, pensando en el extraño modo

(porque no dejaba de ser extraño) en que aquella chica, que no tenía nada que

ver conmigo, con la que tenía poco en común, y que en un principio me

irritaba sobremanera, se había abierto paso dentro de mí, rescatando un

pedazo que no había dado a nadie desde Katrin y que ahora solo le pertenecía

a ella. Devolviéndome un corazón del que me había desecho mucho tiempo

atrás. Yo había bloqueado concienzudamente mis emociones y había

adoptado una actitud despiadada para mantener la distancia con cualquiera

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