Capítulo 2: Daniel entre Cafés y Residentes

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Terminando de desayunar con las chicas, me tuve que despedir de ese momento tan cálido y dulce como mi café con canela... para atender asuntos de adulta responsable. Les digo un "adiós" a mis amigas y a Gio, para salir de la cafetería e ir al hospital para dejar estos papeles.

A pesar del peso normal de unos documentos en papel bond, me pesaban como si tuviera piedras en la mochila. El sentimiento de que estoy haciendo algo por obligación, es sumamente asfixiante. Como si este peso de culpabilidad lo voy a cargar toda la vida.

Por eso yo admiro mucho a Abby: a pesar de que a su familia le tomó tiempo en asimilarlo, ella de igual manera se animó a hacer ese cambio radical en su vida y ahora es la más feliz del grupo. Tiene una familia que la ama y unas amigas incondicionales. Si yo decido tirar por la borda este futuro asegurado, ¿me seguirán amando como lo hacen?

Me siento rara hablando de estas cosas con gente que no conozco. Espero que esto no salga de aquí, ¿entendido? Espero hayan asentido con su cabeza, queridos lectores.

Después de hacer esta reflexión con ustedes, es de mi agrado informarles que he llegado al hospital Saint Joseph's, donde haré mi residencia. Según el correo que recibí en la madrugada, tengo que encontrar al doctor Joe Moore.

Llego al área de recepción general y pregunto por él. Me hacen las preguntas de rutina: cuál es mi nombre, mi teléfono o correo, a qué hora tengo cita y por qué estoy aquí. Después de responderlas, la señorita me indica el camino a su oficina, que está en el octavo piso y es la primera puerta a la derecha.

Vaya, no fue tan difícil. Había pensado que iba a tener toda la burocracia americana encima mío, pero es un alivio saber que no fue así.

Camino hasta el elevador, entro y presiono el número 8. Se están cerrando las puertas, cuando entra un chico corriendo, y con un café en mano. De lo apurado que está y por el movimiento de haber corrido, parte de su café se derrama en mi pantalón. Y... ahora parece que me oriné encima.

Yo miro atónita mi pantalón. Gran manera de iniciar mi casi primer día de residencia.

–No lo puedo creer, ¡perdóname! Debí de haberme fijado– me dice el chico, muy apenado y casi rojo de la vergüenza.

–No te preocupes. Lo bueno es que mi pantalón es café y no se nota tanto– trato de limpiarlo, pero sé que es en vano.

Saca un pañuelo de uno de sus bolsillos y me lo ofrece.

–De verdad te pido una disculpa. Pensé que tenía un mejor equilibrio– me dice con sinceridad.

Me rio un poco. –No te preocupes, yo sé que no lo hiciste a propósito– digo y le sonrío. Le acepto el pañuelo y trato de secar mi pantalón lo máximo que pueda.

Se me queda viendo unos momentos, como dudando si introducirse o dejar pasar el mal momento. Escoge la primera opción.

–Soy Daniel– me ofrece su mano, la acepto. –Soy médico interno en emergencias.

–Mucho gusto, soy Paris. Justo voy con el doctor Moore para entregar papelería, porque inicio mi residencia en unos días.

Se le ilumina su cara.

–¡Qué bien! Ya tenemos dos cosas en común: ambos iremos a ver al doctor Moore y estarás en mi grupo de residentes.

–¿Tú conoces la lista de residentes? Digo, usted– digo nerviosa. ¿Por qué le hablas tan personalmente, Paris? No es tu amigo.

Se ríe. –No me hables de "usted", me hace sentir viejo.

–Lo siento– rio nerviosa. –Es la costumbre de hablarles así a desconocidos.

¡Estoy en la Banda!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora