Capítulo 8: ¿Nueva? Integrante (Parte I)

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El mes de septiembre pasó sin mucho aviso; todos los días era la misma rutina: levantarme sumamente temprano, prepararme mi café tamaño jumbo y caminar para ir al hospital, a mi maravillosa residencia. Afortunadamente, en este tiempo he conocido a más residentes que hacen de mis días más fáciles, porque Daniel ahora nos está encargando casos clínicos que necesitan de más conocimiento.

Justo ayer, él nos encargó a Julissa (otra residente) y a mí el caso de un señor con pie diabético, pero con un carácter que te hace pensar dos veces si tu vocación es la medicina. Aunque no culpo al pobre señor: imagina vivir con diabetes y que unos residentes recién graduados de la escuela de medicina te atiendan... y tu pobre pie depende de ellos. O al menos eso es que nos dijo Daniel para tratar de empatizar con el paciente.

–Paris, ¿tienes planes para este viernes?– pregunta Julissa mientras se sirve su ¿novena? taza de café.

–Si quedarte en casa y ver películas es un plan, entonces ese es el mío– respondo, y reviso la tablet de la sala 5.

Ella ríe y luego se sienta a un lado de mí. –¿No te gustaría ir con nosotros al bar? Es como un bar con karaoke, o algo así le entendí a Harold.

Río. –Lo pensaré, porque no sé si tenga la energía terminando nuestro turno.

–Bueno, si cambias de opinión, ya tienes mi teléfono para mandarme un mensaje– me guiña el ojo y se va de la sala de descanso.

Sigo revisando los estudios del paciente, cuando entra Daniel a la sala para servirse su café.

–¿Sigues pensando en el paciente de la sala cinco?– pregunta mirándome por un breve instante.

–Algo así. Es sólo que me quiero asegurar de que Julissa y yo hayamos encargado los estudios correctos.

Termina de prepararse el café y se sienta a lado mío. –No lo pienses mucho. El trabajo de doctor se basa en confiar en tu instinto, y si tu instinto dice que lo hiciste bien, lo hiciste bien.

Apago la tablet y la dejo en la mesa. –Sí... creo que lo hicimos bien.

–Claro que sí. Julissa y tú son las residentes más destacadas hasta ahora, y son las únicas que ponen atención a los detalles.

–No sé si eso es bueno, porque nos distrae de ver una imagen más... grande y general.

Me da una pequeña palmada en el hombro. –Es un equilibrio de ambas cosas. Los detalles nos hacen fijarnos en patrones y una imagen general nos ayuda como una guía; un punto de partida.

–Tienes razón. No lo había visto de esa manera– le digo sonriendo. –Se lo diré a Julissa, si no te molesta que me robe tu explicación.

Él ríe un poco. –Para nada. De hecho esperaba encontrarlas a las dos para decirles el mismo mensaje, pero la vi muy emocionada para cuando termine su guardia.

–Sí, ella y los demás irán a un bar-karaoke... o algo así le entendí.

–¿Y tú irás?– pregunta y le toma un sorbo a su termo con café.

–La verdad no creo. Me siento un poco cansada y creo que mis padres seguirán en el trabajo, por lo que tengo que hacerla de guardia... pero ahora en mi hogar– contesto un poco desanimada.

Él se ríe en respuesta. –En mi opinión, como tu jefe, es que tú también mereces un descanso de vez en cuando. Claro que si no te sientes cómoda, puedes descansar en tu hogar. Pero si tienes los ánimos, yo te recomiendo ir con los demás al karaoke bar, o algo así te entendí.

Sonrío. Ni Julissa, ni Daniel, ni yo entendimos el concepto del bar.

–Lo voy a pensar. Pero gracias por el consejo– le digo, y tomo la tablet. –Iré a revisar si Julissa o los demás necesitan ayuda.

¡Estoy en la Banda!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora