–¿Nosotros? ¿Solos?– pregunto, incrédulo por su sugerencia.
Él asiente. –Nosotros nos encargamos de los planes, el lugar, etcétera. Tú sólo encárgate de convencer a Paris, y asegúrate de que acepte– explica Keyla.
–¿Y cómo voy a convencerla, si no quiere verme ni en pintura?
–Sencillo: dile que su contrato, al igual que el tuyo, depende de su cooperación– responde El Grande.
Su idea no me convence mucho, pero básicamente, tiene razón; fue la misma respuesta que me dio cuando dije que me negaba a seguir su plan. Esta conversación me hace preguntarme...
¿Por qué está tan empeñado en hacer publicidad de esta manera?
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Paris
El resto de la noche me la pasé en mi habitación; ni siquiera acudí a la cena. Me la pasé escuchando música con mi teléfono y audífonos. Akil me fue a buscar, junto con los demás, para ver si bajaba a cenar con ellos, pero me negué. Incluso me ofrecieron subirme la cena, pero volví a contestar negativamente; no tenía ganas de ver a alguien en este momento.
En cierto momento, me llega un mensaje de Daniel, deseándome bonita noche. Yo le respondí también con el mismo mensaje, y le dije que mañana hablaríamos, ya que estaba muy cansada del día de hoy. Él no se negó, por lo que se limitó a mandarme un emoji de corazón.
Ni tengo ganas de hablar con él... ¿qué me pasa?
Pero en eso, me ruge el estómago. Es cierto: no he comido absolutamente nada durante varias horas; ni siquiera en el café de Gio me comí algún postre o algo. Me quito mis audífonos, y los dejo en mi cama junto con mi celular, y después, abro la puerta con sumo cuidado, y veo que las luces de todo el piso, junto con las de las habitaciones, están apagadas.
"Vaya, todo mundo ya se fue a dormir", pienso. Esto me motiva y me alegra, porque así cuando baje a la cocina, no me esperará nadie para brindarle explicación alguna por mi ausencia. Cierro la puerta tras de mí, y bajo al piso de abajo para tomar aunque sea, una barrita integral o una fruta; mi estómago me demanda alimento de la forma más estruendosa posible.
Bajo las escaleras de puntitas, y de esa misma manera, me acerco a la alacena y la abro. Veo que hay diferentes snacks, y me llaman la atención unas galletas de avena con chispas de chocolate. Las tomo, mientras busco dentro del refrigerador el galón de leche que siempre usa Roby para cuando hace panqueques; la encuentro. Entonces, me sirvo un poco en un vaso de vidrio y tomo mi cena de medianoche y me siento en el comedor. Empiezo a comer, cuando un ruido hace que voltee hacia la dirección de la cocina, y veo a la persona que menos quería ver en ese momento.
–¿Tampoco podías dormir?– pregunta Ji-Hu.
Niego con la cabeza, y sigo comiendo. "No dejes mostrar tu enojo; va a pensar que eres inmadura", pero luego le digo a mi mente internamente: "¡¿Y a mí qué diablos me importa lo que piense él de mí?!".
Luego de servirse un vaso de jugo de manzana, se sienta junto a mí, pero decido tomar mi distancia. –Sé que sigues enojada conmigo.
–No sabes cuánto– murmuro.
–Sí escuché eso.
Chasqueo la lengua. –Pero te insisto que no fue idea mía; de hecho, me negué rotundamente. Tú eres la persona con la menos quisiera pasar mi tiempo.
–Entre más hablas, más argumentas en contra tuya– le digo, ahora sí, mirándolo a los ojos.
–Pero es verdad, bueno... no quería que sonara así.
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¡Estoy en la Banda!
RomanceParis Díaz es la hija perfecta, según sus padres: excelentes calificaciones, las mejores recomendaciones por parte de sus maestros y una alumna ejemplar. Sin embargo, ese sueño no es suyo. Y siente que se le acaba el tiempo para poder lograr lo que...