Capítulo 49: Troya en Llamas (Parte I)

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Después de terminar los ensayos de hoy, que se me hicieron eternos, por fin somos libres.

Cada uno se fue a su habitación por su ropa para darse un baño. Habíamos acordado que el primero en bañarse era Zaid, luego Oliver, después Akil, Ji-Hu le seguiría y al último, yo. Les insistí en que dejaran el baño limpio y arreglado, y que no estuviera con el desorden típico de los hombres.

–¡Ya Paris, está bien!– exclamó Zaid, mientras los otros se reían de la actitud exasperada de Zaid.

En el camino en que voy a mi cuarto, siento mi teléfono vibrar dentro de mi bolsillo de mis pants. Lo saco, y me viene un sentimiento enorme de culpabilidad cuando veo que es un mensaje de Daniel.

Lo abro, y dice:

"Hola, cielo. Perdón por no mandarte mensaje antes; estaba atendiendo una cirugía de emergencia. ¿Cómo te va? Supongo que estás ensayando"

"Oh, no", pienso. ¿Qué le puedo contestar sin mencionar lo de Ji-Hu?

Comienzo a escribir:

"Hola, amor :) Así es, acabamos de terminar los ensayos de hoy, y me siento sumamente cansada. ¿Te parece si nos llamamos mañana?"

El mensaje que le acabo de enviar me hizo sentir peor, porque quizás él quería que le contara más de mi día, y sonó como si ya no quisiera hablar con él por mi cansancio, que no es nada comparado a cómo se siente Daniel. ¡Acaba de salir de una cirugía, por dios santo!

Entro apurada a mi habitación, y cierro la puerta tras de mí. Me tumbo en mi cama, sin importarme si la mojo por la cantidad de sudor que me cubre el cuerpo.

Intento con todas mis fuerzas ahogar la culpa que me está carcomiendo por dentro, pero noto que es imposible. No importa qué tantos pensamientos me crea mi mente para distraerla, pero los rostros de Daniel y de Ji-Hu aparecen; como si mi cabeza fuera el libro de "Crónica de una Muerte Anunciada". Un sonido afuera de mi puerta me saca de mi tormenta de ideas.

–Paris, ¿estás ahí?– pregunta Ji-Hu, tímidamente.

Me aclaro la garganta. –Sí.

–Oh, o-okay... es que... ya terminé de bañarme.

–¡Oh! Ya voy; sólo tomo mis cosas– digo.

–Está bien– dice él, y escucho cómo sus pasos se alejan de mi habitación.

¿Está mal pensar que no quería que se fuera?

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1 hora después

–¡Hasta que por fin sales del baño! Sé que tenemos tina, pero tampoco era para usarla una hora entera– me exclama Zaid.

Akil chasquea la lengua. –Déjala que disfrute su baño, hombre

–Bueno, ¿y qué vamos a hacer?– pregunto, mientras tomo asiento en uno de los sillones de la sala de estar.

–Pues, pensábamos en ver una película– responde Oliver.

–¿Y por qué no se ponen a planear su fiesta?– pregunta Keyla saliendo del elevador.

Todos soltamos un grito, asustados por la repentina aparición de la mano derecha de El Grande.

–¡Diablos, Keyla! Casi me ahogo con mi propia saliva– dice Zaid.

Los demás reímos, incluida Keyla. –Sólo vengo a felicitarlos por el esfuerzo y la disciplina que han aplicado en sus ensayos.

–Muchas gracias, Keyla– agradecemos todos.

¡Estoy en la Banda!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora