Miro fijamente a Ji-Hu. –¿Trato?– pregunto confundida. "¿De qué habla?", pienso.
–Por lo que escuché de tu llamada, hay alguien que no sabe lo del concurso, ¿cierto?
Eso me toma desprevenida. La astucia de Ji-Hu me toma por sorpresa, porque no revelé muchas cosas en la llamada con Daniel, pero es impresionante cómo él intuyó que mi presencia aquí es un secreto para algunas personas; personas que no me conviene en lo absoluto que sepan el secreto.
Recupero la compostura y trato de hacerme la valiente, aunque ya no puedo negar lo innegable. –Es verdad, la persona de la llamada no sabe que estoy aquí.
Ji-Hu sonríe con suficiencia y, hasta cierto punto, con ego. –Bien, ¿entonces aceptas el trato?– pregunta, mientras extiende su mano.
La veo por unos segundos y medito mi respuesta. ¿En verdad vale la pena arriesgarse a este trato con tal de que Daniel no se entere? Es cierto que me preocupa mucho que él se llegara a enterar de la verdadera razón por la que me doy de baja de la residencia, pero los más importantes para mí son mis padres: ellos son los únicos que en verdad no se pueden enterar; ¡todo se vendría abajo! Sin embargo, no quiero problemas dentro de la banda, y justo que empiecen en mi primer día. Quiero llevar las aguas tranquilas y que no hayan asperezas por limar, más aún con la actitud hostil de mi ídolo (o mejor dicho, compañero de banda).
–Está bien, acepto el trato– estrecho su mano.
–Bienvenida a la banda– dice en tono burlón, y se retira a su habitación.
Algo me dice que esto será un largo viaje. Siento la presencia de otra persona a mis espaldas y me giro para ver de quién se trata.
–¿Todo bien, Paris?– pregunta Akil.
Intento disimular mi incomodidad. –Sí, está bien. ¿Qué tal si seguimos con la conversación? Me muero por hacerles más preguntas– digo mientras entramos de nuevo a la habitación.
–¡Claro! Aunque, ¿no pasa nada si Ji-Hu no está aquí con nosotros?
–No, no hay problema– y sonrío, para calmar a Akil.
El resto de la reunión me la paso contando mi historia, ya que los chicos se enfocaron más en preguntarme cosas sobre mi vida. Todos se veían interesados, especialmente Zaid, el cual se la pasó preguntándome cosas de mi vida en el hospital.
–Zaid, ya dijo como seis veces que sólo lleva un mes en su residencia. ¿Qué no escuchas lo que dice?– pregunta Akil, un poco harto de las preguntas infantiles de Zaid.
–¿Cómo voy a poner atención si me pierdo en esos preciosos ojos cafés?– pregunta él mientras me mira como si estuviera enamoradísimo.
Me rio. –A pesar de que llevo poco tiempo estando en el campo de batalla, he tenido algunas prácticas fuera de la escuela. Como mis padres son médicos, he tenido algunos privilegios por ello.
–¿Cómo cuál? Cuéntanos– responde Oliver, emocionado.
Me quedo pensando. –Mmm... pues, una vez pude entrar a una cirugía de emergencia. Fue de un paciente que estuvo en un choque automovilístico y el fémur estaba saliendo de la piel.
Todos me miran con asco. –¿Y no te dio asco?– pregunta Akil.
–Para nada. A pesar de que la medicina no me apasiona tanto como la música, es un ambiente donde me muevo muy bien. Siempre he tenido mucha tolerancia con la sangre y otras cosas del cuerpo humano– contesto con naturalidad.
Esa es la pregunta que siempre me hacen cuando digo que estudio medicina.
–No sé si esta pregunta sea muy personal pero, ¿por qué decidiste entrar al concurso, si te ves muy feliz en tu carrera como doctora?– pregunta Oliver.
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¡Estoy en la Banda!
RomanceParis Díaz es la hija perfecta, según sus padres: excelentes calificaciones, las mejores recomendaciones por parte de sus maestros y una alumna ejemplar. Sin embargo, ese sueño no es suyo. Y siente que se le acaba el tiempo para poder lograr lo que...