Capítulo 12: Plan Z

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Necesitamos reunirnos LO MÁS PRONTO POSIBLE.

Fue el primer mensaje que leí esta mañana al despertar. Fue enviado por Paris al grupo que tenemos las cuatro; ese típico grupo de mensajes con un nombre tonto inventado por alguna de nosotras o por alguna anécdota graciosa que nos haya ocurrido.

Según las respuestas de Iris y Rosette, nos veríamos hoy en Gia's Coffee a las doce del mediodía. Reviso mi teléfono y noto que son las diez y media de la mañana. Si quiero llegar a tiempo, es mejor que comience a arreglarme.

Lo primero que hago antes de tener un baño y hacer todo el procedimiento que aparecen en los vídeos de Vogue, es elegir las prendas que usaré durante el día. Estamos a Octubre en Nueva York, lo que significa que el clima es frío y con algo de lluvia; es mejor escoger algo de manga larga y que pueda cubrirme para las lloviznas que son muy comunes aquí.

Es aquí cuando mis habilidades como diseñadora de modas tienen sus frutos: cada vez que tenemos una salida imprevista o un plan sin aviso, puedo elegir rápidamente la ropa que me pondré ese día y que aún así, pueda combinar.

Me encantan los colores vivos y llamativos, es por eso que elijo una blusa amarilla de manga larga, pantalones verdes acampanados, botas vaqueras color rosa y un abrigo color azul marino. Ya luego me preocuparé por los accesorios y para resguardarme del frío.

Una verdadera fashionista no le teme al clima.

Tomo la ropa, la cuelgo en los barandales del baño y me preparo para entrar a la ducha. En eso, llega una llamada a mi celular. Corro hacia mi habitación para coger el teléfono y contesto, sin prestar atención a quién llama.

–¿Qué le diremos a Paris?– oh, es Iris.

–Un "hola, ¿cómo estás?" hubiera sido bueno, ¿no?

–Sí, sí. Hola, buenos días. Espero estés muy bien, Abby. ¿Así?

Me rio. –Mejor. ¿A qué te refieres?

–Sobre qué le diremos a Paris sobre dos cosas: que nos reunimos sin ella y cómo convencerla que tome la oportunidad del concurso.

Toco el agua de la regadera y veo que ya está tibia. –Por el mensaje que puso, creo que sí querrá unirse a la banda. Pero no sabe qué hacer con lo de su residencia y sus padres.

–De cualquier modo, hay que tener un discurso preparado en caso de que Paris desista de su opor-

–Iris, tranquila– la interrumpo. –No siempre hay que tener un plan B para todo. A veces hay que confiar en en el destino.

La escucho suspirar. –Está bien. Sólo porque eres mi amiga te tolero estas frases cursis.

–¡Oye! Gracias a estas frases hemos vivido anécdotas muy divertidas y únicas– me rio. Sé que Iris no lo dice para ofender; así es ella.

–Bueno, te dejo porque de fondo escucho el agua de tu ducha y no quiero que gastes más agua de lo debido.

–Nos vemos en un rato, nena– me despido de ella, y al responderme, cuelgo.

Acomodo mi teléfono encima del lavabo y entro al agua, la cual ya está llegando a un nivel de calor intenso (incluso, mi espejo y los canceles empezaron a empañarse. Aunque nunca me tardo más de cinco minutos en ducharme, trato de que ese tiempo sea como un pequeño descanso para mí; un tiempo para relajarme y no pensar en nada.

Haber nacido en Nueva York implica el haberse acostumbrado a los movimientos eternos en la ciudad: siempre escucharás una patrulla o ambulancia, o las voces indistintas de los habitantes (o visitantes) y las luces siempre están encendidas. Por algo a nuestra ciudad le dicen "la ciudad que nunca duerme".

¡Estoy en la Banda!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora