Capítulo 27: Agua y Aceite

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El resto de la cita fue mágico; ese beso pareció mejorar todo pronóstico y alivió cualquier duda. Sin embargo, me esperaba una fuerte conversación con Akil al regresar al edificio. Le dije a Daniel que no había necesidad de llevarme hasta mi departamento, e intenté inventarme cualquier pretexto para que me dejara ir sola, pero todos estos intentos fueron en vano: me terminó dejando frente a mi hogar y esperó hasta que entrara. ¡Tuve que esperarme como veinte minutos para poder tomar un taxi! Fue muy cardiaco, porque temía que mis padres fueran a bajar a la recepción. En fin, el punto es que tuve que tomar un taxi desde mi departamento hasta el edificio, y lo bueno es que el taxista no me reconoció, como el de la vez pasada.

Cuando llegué, Akil me estaba esperando en el ascensor de los proveedores, y el trayecto de la planta baja hasta el piso de las habitaciones fue en un total silencio. Cuando llegamos, él me dijo que hablaríamos mañana antes de la clase, entonces cada uno se quedó en su habitación y se entregó a los brazos de Morfeo.

Ahora, ya eran las ocho de la mañana; la clase de canto es hasta las diez y media. Esta es la señal para ya levantarme de la cama y empezar el día. Akil me manda un mensaje a mi WhatsApp:

"Recuerda que tenemos que hablar"

Le respondo con un "sí" y bloqueo mi teléfono. Me dirijo al espejo que está a un lado del escritorio y comienzo a cepillarme el cabello, y decido peinarlo en una media coleta; supongo que hoy no sudaré tanto, por lo que el peinado es el adecuado. Ya después, voy hacia el clóset y vuelvo e elegir un atuendo cómodo para la clase. Saco un set de manga corta color café, junto con unos tenis blancos que no son muy deportivos, pero son bastante cómodos de la suela.

Cuando estoy lista, salgo de la habitación sin hacer mucho ruido, y veo que Akil hace lo mismo. Nos miramos, y él me indica que vayamos a la cocina a hablar. Yo asiento, y lo sigo en las escaleras. Cuando llegamos, vemos que no hay signos de Roby todavía, por lo que nos servimos un vaso con agua y nos sentamos en el comedor, uno a un lado del otro.

–Primero que nada, buenos días– dice.

–Buenos días– digo, con una sonrisa.

–Ahora sí,– se acomoda en su silla. –¿cómo te fue en tu cita?

Y... recuerdo el beso. –Increíble– suelto con un suspiro.

–¿En serio? ¿A dónde fueron?

–Primero fuimos a cenar a un restaurante italiano delicioso, pero no sabía que los precios estaban altísimos. ¡Y yo lo había invitado a él!– exclamo.

Akil se ríe. –Y él lo pago todo, ¿verdad?

Asiento. –¡Pero te juro que intenté impedirlo muchas veces!

–No te preocupes; es símbolo de que es un caballero, y eso está bien.

–Pues sí, pero yo lo había invitado a él. Lo correcto es que la persona que invite, pague– replico.

–Sólo agradécelo. ¿Y después? ¿Qué más hicieron?

–Me llevó a un paseo en bote, en el Río Este. Y...– me detengo.

Akil me mira expectante. –¿Y? ¡¿Qué más, mujer?!

Lo miro sugestivamente. –¿Qué crees que sucedió?

Akil se ríe. –¿No se habían besado ya?

–¡No! Llevamos apenas unos días de salir.

–¿Ah sí? Por cómo te miraba y cómo dijo "mi novia", habría asegurado que llevaban meses– dice.

–Pues no, llevamos unos días. Pero nuestra historia ya tiene como un mes.

Akil sonríe, para dejar caer la bomba. –Él no sabe lo de la banda, ¿verdad?

¡Estoy en la Banda!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora