Capítulo 7: Primer Día

6 2 1
                                    

Ha pasado una semana desde el día que subí mi audición con ayuda de las chicas, y siendo honesta, no sé de dónde he agarrado fuerza de voluntad para evitar entrar al sitio web y ver cómo le ha ido a mi vídeo. Y sigo repitiendo en mi mente las mismas palabras proporcionadas por Iris; "es por mi salud mental".

Los días pasaron sin mucho aviso; mis padres continuaron con su rutina diaria, mientras yo disfrutaba de mis últimos días de vacaciones. Estuve tentada a tomar mi guitarra, pero dentro de mi pecho burbujeaba un sentimiento de culpa... como si el tocar la guitarra me quemara las manos. Y sabía que si yo hacía a un lado este sentir, cuando estuviera cantando y tocando, mi mente me empezaría a bombardear con pensamientos de culpa. "¿Por qué estás desperdiciando tu tiempo?", "deja de deshonrar a tus padres, que te lo han dado todo"... ¡ah! Y el de "necesitas dejar de distraerte con cosas que no dan frutos". Esta última proporcionada anteriormente por mi madre.

No es que me sienta obligada a cumplir todo lo que mis padres me indican, pero muchas veces siento que en lugar de hacerlo por mí, lo estoy haciendo porque soy una extensión de ellos. Alguna vez una terapeuta me lo había comentado; los padres generalmente piensan de sus hijos como si fueran una extensión o una continuación de sus vidas, y que casi cualquier logro que tenían, lo usaban para las apariencias. Fingían esta felicidad, o la enfocaban en qué van a pensar de nuestra familia, y no sentían orgullo... o al menos, lo sentían por las razones equivocadas.

Pero hoy es diferente. Hoy es una nueva oportunidad para intentar ser feliz con una elección que no fue hecha por mí.

Termino de alistar mis cosas en mi mochila junto con un café grande y salgo del departamento para ir al hospital Saint Joseph's. Cierro con llave y me pongo mis auriculares para escuchar un poco de música, para al menos motivarme un poco. "¿Tomo el autobús o camino?", pienso. Es un recorrido de veinte minutos caminando, pero si tomo el bus, serán sólo ocho minutos. "Meh, da igual el transporte que elija". Caminar será, entonces. Así tengo más tiempo para mí y mi pequeña mente solitaria.

Las calles se ven con movimiento moderado, a pesar de la hora madrugadora. Este sector de Nueva York se ve inundada por el aire frío y con olor a lluvia, la cual se ve evidenciada en el pavimento y en los barandales de los edificios. Hay un poco de neblina, pero no estorba; resalta mejor las luces de las calles y de los hogares de los vecinos. Entre ellos, se saludan y algunos me dedican una sonrisa o un saludo amistoso. A pesar de no escuchar mucho mis alrededores, les correspondo el gesto mientras le doy sorbos a mi café de un litro. "Vaya que necesito a la cafeína", pienso. No me considero una persona mañanera, pero soy lo suficientemente cortés para saludar a amigos y extraños, y más a esta hora.

Y de repente, noto que un coche deportivo viene a un lado mío, de manera lenta. Me asusto, pero trato de mantener la calma y me quito un auricular. "Quizás sólo quiere indicaciones".

–¡Paris!– saluda el conductor.

Esa voz se me hace conocida.

Me giro para ver de quién se trata. –¡Daniel! Hola, buenos días– saludo, e intento reprimir mi impresión del hecho de que Daniel tenga un auto deportivo. 

–¿Quieres subirte para irnos al hospital?– pregunta, esta vez estacionando el coche.

–¡Oh, no! No quiero causar molestias. Puedo irme caminando sin problema– respondo.

Es verdad que me vendría bien un aventón, pero no sé si pueda mantenerme distraída. Y más porque no quiero pensar en el concurso.

Aunque la compañía me resultaría buena para la distracción de mi mente...

–¡No es ninguna molestia! Anda, que el frío no perdona a nadie– me sonríe.

–¿Ni a los doctores, verdad?

¡Estoy en la Banda!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora