Capítulo 13: El Grande (Parte I)

5 2 0
                                    

Hoy inicia el capítulo de mi vida que siempre quise leer y escribir: ¡mi sueño se cumplió! Bueno... no se ha cumplido del todo, pero estoy cada vez más cerca.

Ayer, las chicas idearon el plan maestro que las cuatro llevaremos a cabo para cubrir mis espaldas con las tres personas que no pueden descubrirme: mis padres, y el Doctor Johnson. O como él me insiste que le diga fuera del hospital, Daniel.

Cada una prometió cumplir con su parte: Abby me ayudó a hacer mis maletas sin que mis padres se dieran cuenta, Iris consiguió el contacto de un psicólogo que va a respaldar mi historia del descanso indefinido, y Rosette obtuvo cartas oficiales (de quién sabe dónde) donde indican que me estaré trasladando a Chicago para un diplomado de un año con especialidad en ginecología.

Todo estaba marchando conforme al plan, menos mis nervios calmados; estaba más nerviosa que un perro chihuahua. Por suerte, mis padres (nuevamente) no están en casa, entonces al terminar de hacer mis maletas, Abby está aquí conmigo haciéndome un té de lavanda... para ver si así se me calman mis nervios.

–Tienes que tranquilizarte. ¡No puedes ir así a ver al mánager de UP!

–¡Ya sé, ya sé! ¿Pero tú no te sentirías nerviosa si estás por conocer al hombre que va cambiar tu vida y además, a tu banda favorita?– le respondo casi gritando.

Abby me mira seria. –Lo sé, pero tampoco me grites– y se ríe.

Me rio también. –Lo siento. Es que aún no he ensayado el discurso que le lanzaré a Daniel y a mis padres.

–A ver, vamos a ensayarlo, ¿sí? Para que así no sientas que no está preparada.

–Okay.– me acomodo en mi cama y Abby hace lo mismo, mientras me mira atenta. –¿Cuál digo primero?

–¿A quién verás primero?

–A mis padres; es lo más probable.

–Bueno, pues empieza con ese. Imagina que soy tu papá y tu madre unidos en una sola criatura amorfa.

–¡Qué asco! ¿O sea que no tienes forma? ¿Entonces eres una masa gelatinosa con un tejido extraño?

–¡Paris, eso no importa!

–¡Tú empezaste! Yo sólo te seguí la corriente.

–¡Ya, concéntrate!

Respiro hondo y exhalo. Visualizo adentro de mi cerebro un pequeño hámster rodando en su típica ruedita, repitiendo las palabras: "Paris, concéntrate". Es como si con sus ojos de tapioca me estuviera pidiendo que me concentre, mientras recita las mismas palabras.

"Paris, concéntrate".

–Puedes hacerlo– susurra Abby.

Cierro los ojos y me tomo unos segundos para repasar lo que escribieron las chicas para armar bien la coartada.

–Mamá, papá. Les quiero comunicar una gran noticia.

Abby me mira.

–¿No tienes que contestar?

–Ah sí, sí. Perdón.– se aclara la garganta. –¿Qué es, mi amor?– dice con una voz muy aguda.

Me rio. –¡No te rías, Paris!

–¿¡Cómo no quieres que me ría si haces esa voz tan fingida!? Así no habla mi mamá.

–Como sea, tienes que seguir. ¡Vamos!

Me vuelvo a acomodar en mi sitio, para ver si me concentro. –Hicieron pruebas en mi residencia para ver quién podría estudiar un diplomado en Chicago y... ¡yo fui una de las seleccionadas!

¡Estoy en la Banda!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora