Ji-Hu
Mi teléfono se llena de notificaciones, incluso siendo las ocho de la mañana. Supongo que es por la fotografía que publicamos todos en nuestras cuentas individuales. Unos ya están acostumbrados a ese nivel de fama, pero si soy honesto conmigo mismo, yo aún siento extraño el que tanta gente te conozca pero tú no a ellos. Es extraña la vida de una celebridad.
–Ji, ¿a qué hora tenemos la junta con el Grande?– me pregunta Akil, haciendo una señal de un general del ejército.
–En unos diez minutos, entonces te recomiendo que te apures para vestirte. No puedes ir desnudo de la parte de arriba– me sirvo un poco de agua y la tomo.
Akil se ríe. –Todos obedezcan al responsable Ji-Hu– hace una voz más gruesa.
Los demás miembros se ríen, y sus voces hacen eco en la cocina. Vivir con otros tres chicos en un mismo edificio puede parecer el sueño de todo hombre universitario, pero para mí es un tormento con el que tengo que lidiar.
Primero, porque Akil no se cansa de ridiculizar cada acción que hago; ¿qué puedo hacer? Alguien tiene que ser el responsable del grupo. Segundo, Zaid no se cansa de traer modelos/cantantes/influencers/lo que sea aquí en el mismo edificio; ya sabrán para qué las trae, no necesito ni quiero entrar en detalles. Y en tercer lugar... Oliver. No tengo nada en contra de él pero creo que le hace falta malicia; a veces llega ser ingenuo y cuando los demás le hacen bromas, es difícil de ver.
Aún así, no podría pedir mejores compañeros de banda.
–Chicos, el Grande ya nos espera. ¿Nos vamos?– dice Oliver un poco alarmado.
–Ay, no tienes por qué ponerte nervioso, Oliver. De seguro sólo nos dirá que el nuevo sencillo es una porquería pero, no hay de qué preocuparnos, ¿verdad, Ji-Hu?– le responde Zaid de manera burlona.
–Ya te he dicho que no me agradan ese tipo de bromas, y menos con Oliver– le digo serio. En verdad lo detesto.
Él se ríe. –Ya, ya. Está bien. Hay que subir por el elevador, porque ni de chiste voy a subir tantos escalones para una reunión de cinco minutos.
Asiento y cuando veo que todos estamos listos, y vestidos, nos encaminamos al elevador más cercano del edificio.
Toda la banda vive en el mismo edificio de la compañía que nos maneja y nos arregla nuestras presentaciones; es un tipo de internado, ya que nos estuvimos preparando desde hace unos tres años en las disciplinas de baile, canto y tocar algún instrumento. Yo elegí en su momento la guitarra, pero me aburrió un poco y así encontré mi camino en el piano. He compuesto muchas canciones con él pero no creo que sean lo suficientemente buenas para incluirlas en algún álbum o EP de UP!
La música ha sido mi sueño desde que tengo memoria, pero fue muy difícil convencer a mis padres para que me dejaran dedicarme a ello. En Corea del Sur, es muy importante seguir los pasos de nuestros padres y ancestros, y es obvio que ninguno de los míos ha dedicado su vida al arte. Médicos, ingenieros, abogados... Yo soy el primero de mi familia en dedicarse enteramente a la música, y no puedo estar más orgulloso de mí mismo. Todos los sacrificios que hice, han valido la pena.
Cuando menos lo esperamos, los chicos y yo estamos afuera de la oficina para juntas.
–¿Para qué querrá vernos el Grande? ¿Hicimos algo mal?– pregunta Oliver, preocupado como siempre.
–Lo dudo. Quizás quiere ver lo del nuevo sencillo– le respondo.
Veo que una mujer alta con vestimenta negra se nos acerca. Es Keyla.
–Chicos, El Grande los está esperando dentro– nos dice sosteniendo la puerta para que pasemos.
–Gracias, Keyla– digo y entro. Los demás me siguen el paso y Keyla cierra la puerta detrás de ella.
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¡Estoy en la Banda!
RomanceParis Díaz es la hija perfecta, según sus padres: excelentes calificaciones, las mejores recomendaciones por parte de sus maestros y una alumna ejemplar. Sin embargo, ese sueño no es suyo. Y siente que se le acaba el tiempo para poder lograr lo que...