Capítulo 18: Mentiras

2 1 0
                                    

Lunes 3 de octubre
Paris

¡Paris, ¿quieres salir conmigo?!

Esa pregunta hace girarme de golpe. ¿En serio acaba de preguntarme eso?

Corro hacia Daniel, del cual ya me había alejado un tramo. Me acerco a él, con mucha sorpresa en mi rostro.

–¿Escuché bien?– pregunto, intentando recuperar el aliento. En verdad me apresuré para llegar hacia él.

–Sí – agarra aliento. –, quiero que salgas conmigo.

–Pero... ¿eso está permitido? ¿No causa algún problema?– pregunto, tratando de hallar calma en la situación.

¡Por supuesto que es un problema! ¡Y uno grandísimo! Si acepto salir con Daniel, implicaría que se enterara del concurso, la banda... Significan muchos riesgos que no pienso averiguar ni por error. Aunque, para ser sincera, estoy muy tentada en decirle que sí...

Ya desde hace unas semanas he notado que mi comportamiento con Daniel es... diferente. Me pongo nerviosa cuando estoy cerca de él y me late el corazón a mil por hora cada vez que su mirada se encuentra con la mía. Me gusta cuando dice mi nombre porque suena tan dulce y flamante a la vez... ¿¡qué me pasa!? ¿¡Acaso me estoy enamorando de Daniel!? ¿¡De mi antiguo jefe!?

–O sea que... tú– empiezo a decir, en forma de susurro.

Suspira. –Esto es algo que me he contenido desde hace semanas, Paris. No podía hacer ningún movimiento porque yo era tu jefe directo y está estrictamente prohibido que residentes e internos salgan de manera romántica.

"Entonces sientes lo mismo que yo", pienso. –Por eso te esperaste a...

–Sí –completa mi frase. –, esta es la oportunidad que tanto había esperado y no puedo dejar que se vaya. Paris, no sabía que necesitaba tanto el amor de una mujer hasta que te conocí a ti.

Esas palabras me dejan sin aliento, y por eso no puedo evitar soltar lo siguiente: –Acepto salir contigo Daniel, porque yo también he sentido lo mismo desde hace tiempo.

Su rostro se ilumina y lo primero que hace es abrazarme por la cintura. Le correspondo el gesto, mientras pienso: "¿ahora qué vas a hacer, Paris?". Esto implica un mar de problemas, pero ya no me puedo echar para atrás; no ahora, que ambos nos hemos confesado que la tensión que sentíamos era correcta y bien dirigida. 

Además, ¡Daniel es todo un caballero! Tiene todo lo que una mujer puede desear en su pareja: responsable, cariñoso, humilde, inteligente, divertido, generoso, leal... la lista parece interminable. Es el sueño de cualquier persona, y he de confesar que el mío también... pero ahora hay obstáculos que yo misma ocasioné. ¿Cómo podré ocultarle a Daniel que estoy en una banda? Y peor aún, ¿cómo reaccionará si se entera que esa es la verdadera razón por la que me di de baja en la residencia?

–Entonces, ¿ahora puedo hablarte por mensaje sin sentirme culpable?– bromea cuando nos separamos del abrazo.

Sólo puedo sonreír. –Claro que sí. No tienes por qué sentirte así– respondo para calmarlo.

–¡No podía evitarlo! Mis manos temblaban por contener las ganas de hablarte para contarte de mi día, de cómo me siento, de lo que hacía, y de cuánto deseaba verte al siguiente día.

Entre más tiempo pasa en nuestra conversación, más me siento culpable como hace rato por el discurso y actuación que acabo de hacer. ¿Qué me sucede? Yo nunca he sido fanática ni usuaria de ese tipo de mentiras, y menos de esa magnitud. ¿Y ahora, qué? Ya van dos mentirototas que le digo a Daniel y eso que llevamos unos minutos saliendo. ¡UNOS MINUTOS! "¿Qué me espera cuando pase el tiempo?", pienso.

¡Estoy en la Banda!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora