Capítulo 26

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Después de intentar en vano encontrar una ruta que lo llevara al centro de la ciudad, Alejandro suspiró. —Maldita chingadera... ¡No me dice nada! No me dice nada... —se quejó, mirando con frustración el mapa holográfico.

Incluso había intentado hablar con personas en la zona para que le explicaran, pero la gente simplemente lo ignoraba o le respondía con un no.

—Al menos, algo en común con mi universo. —pensó Alejandro ante la situación. —Vamos a ver, tengo dos opciones: subirme de una vez e ir explorando rutas, aunque hay algunas estaciones distantes entre sí, o pedir ayuda a un conocido. Pero no puedo desbloquear mi maldito celular y... —La imagen de su amiga Jessica, quien lo había ayudado en un universo anterior, cruzó por la mente de Alejandro.

El chico lo consideró. —Pero... tendría que explicarle, y su casa está a unos 10 minutos de aquí. —Comenzó a evaluar los pros y los contras de acudir nuevamente a su amiga Jessica en este universo o intentarlo solo.

Alejandro caminaba de un lado a otro, a veces decidido a aventurarse en el metrobus y otras veces inclinándose hacia la opción de ir con su amiga, retrocedía, mostraba la tarjeta y luego salía de la estación.

—¡Solo estoy perdiendo tiempo! —se dijo a sí mismo desesperado. —Ya, chingue su madre, voy a entrar y llegaré al maldito centro. Yo puedo, sé que puedo.

Diez minutos después, el chico se encontraba parado frente a lo que parecía ser la casa de Jessica.

Consciente de que solo había un 50% de probabilidad de que Jessica en este universo lo reconociera, tocó el timbre, desplegando una pantalla con una voz masculina.

—Por favor, identifíquese.

Alejandro se acercó a la pantalla.

—Mi nombre es Alejandro.

—Buscando Alejandro en familia, amigos y otros... Hay resultados de 3 Alejandros.

La pantalla mostró apellidos que nada tenían que ver con el chico.

—No soy ninguno de ellos... Creo.

—Lo sentimos. Por el momento, la familia Vargas no acepta personas que no estén en la lista...

—Espera... ¿Vargas?

—Sí, usted está en el domicilio de la familia Vargas.

Alejandro pensó por un momento.

Existía la posibilidad de que en este universo, la familia de Jessi se apellidara de esa forma.

—¿Aquí vive Jessica?

—No... Usted se ha equivocado de domicilio.

Comenzó a recordar qué amigos suyos tenían ese apellido.

—¿Arturo?

—Arturo sí vive en este domicilio, pero por el momento...

La puerta se abrió rápidamente, interrumpiendo la conversación del sistema de seguridad.

—¿¡Arturo!?

De 1.80 y con cabello largo, Arturo salió completamente sorprendido. —¿Me conoces? —preguntó.

—Eh... ¿Sí? ¿Tú me conoces a mí?

—Eh... ¿Sí? Bueno... Tú eres el escritor Bruno Hernández, ¿no?

Alejandro rodó los ojos y suspiró. —Cierto... Soy Bruno... Pero entonces, ¿somos amigos?

—No que yo sepa, pero he leído algunos de tus libros. Son increíblemente malos.

La Elección De AmelisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora