Capítulo 43

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El científico podía asumir que lo que estaban diciendo era verdad, pero Asaf creía mucho en sus principios personales.

¿Y qué si aceptaba la verdad de los multiversales? ¿Que no entregar el cogniespectro sería incumplir con su contrato?

Ellos tenían que servir a Industrias Oxxo y al presidente ante todo.

El contrato era claro y debían responder aunque les costara el sacrificio.

¿Pero por qué tenía ese debate interno?

La anomalía que investigaban había presentado una característica peculiar.

Desintegración atómica.

No era transformada a nada, era materia evaporizándose.

—¿Y bien? ¿Vas a decirnos o quieres que deje de detener a Addi para que utilice esa arma que acabará contigo? —interrogó Uriel esperando su respuesta.

La anomalía se les podía salir de control, pero en el último momento, se armó de valor para creer que tenían la capacidad suficiente para solucionar cualquier problema.

Pensó que el multiverso debía ser un mar de oportunidades infinitas, no un cuento de ciencia ficción que seguramente Bruno escribiría.

—El cogniespectro lo tiene Héctor —respondió Asaf, intranquilo.

—¿Y dónde está Héctor? —preguntó Alejandro para después irse al extremo del pequeño cuarto, pues al empezar a moverse, desequilibró a todos, menos a Asaf, que estaba sentado.

Aquel cuarto de intendencia, en menos de 7 segundos, había llegado a la parte más segura y blindada de toda la torre.

El Cuarto de Experimentos C, un bastión de seguridad y secreto dentro de la imponente Torre OXXO, hecho especialmente para la anomalía.

Las paredes se abrieron y cayeron inmediatamente. Cazadora Addi trató de disparar a Asaf, pero los guardias que estaban ahí reaccionaron antes.

—¡Tire su arma! —gritó uno de los soldados, completamente armado, junto a al menos 100 soldados iguales a él.

Cazador Uriel sabía que nuevamente se habían metido en problemas.

Melisa y Alejandro, por su parte, observaron que uno de los equipos de Marisa estaba ahí, atados del cuerpo con una cuerda de gran resistencia y unas esposas como las que a ellos les habían puesto.

—¡Le dije que tirara su arma! —exigió el soldado, eufórico.

—Es que no la puedo tirar —explicó con tono irónico Cazadora Addi, y después la guardó.

Dos soldados caminaron rápidamente hacia Asaf y lo jalaron lejos de los cazadores para poder liberarlo.

Alejandro quiso preguntar algo, pero Cazador Uriel le indicó con una seña que por el momento era mejor guardar silencio.

Una vez el científico fue liberado, se paró por su propia cuenta y caminó hacia los cazadores.

—Ven... En esta torre, no tienen ninguna ventaja —Asaf miró a Cazadora Addi—. Ahora, ¿quién es el que tiene que cuidar sus próximos movimientos?

La Cazadora Addi entrecerró sus ojos.

—¿Dónde estamos? —preguntó Melisa nerviosa.

—En la sala de experimentos más resguardada de todo el país.

La pianista estaba inquieta, tal vez podía atribuirse a que estaban rodeados de soldados con armas apuntándolos, pero había algo más.

Una sensación completamente extraña que no podía definir se apoderó de ellos.

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