Capítulo 54

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Aelurus yacía en el suelo. Con la ayuda de Lithara y su manipulación de la materia, se levantó lentamente, sacudiendo su cabeza ligeramente.

—Líder Guardián... ¿Está bien? —preguntó la Capitana Astraea, visiblemente preocupada.

—Sí... Sí —respondió sin apartar la mirada de Melisa.

Un breve silencio se instaló en el lugar.

—Tú... —continuó Aelurus—. ¿Tú lo hiciste?

—Amm... —Melisa estaba nerviosa—. Sí —titubeó.

Aelurus cerró los ojos y utilizó su Retrovisión.

Esa habilidad era uno de los poderes principales que la sabiduría del equilibrista le otorgaba, permitiéndole ver eventos pasados en detalle, desentrañar misterios y aprender de los errores del pasado.

Gracias a ello, pudo confirmar que no solo Melisa había invocado uno de sus poderes, sino que la insistencia de Alejandro había colaborado para traer de vuelta sus habilidades.

—Por lo que veo... El cogniespectro funcionó —dijo Aelurus, mirando sus manos incrédulo.

—No como esperábamos, pero sí, Líder Guardián —respondió Arden.

—No como tú esperabas, Agente —replicó Aelurus—. Tus científicos encargados del proyecto estaban ocupados cuando fuiste a recoger el dispositivo. La persona que terminó entregándotelo no entendió muy bien las instrucciones de los creadores. Si revisas el cogniespectro, en su base de datos encontrarás todos los poderes de Melisa y Alejandro.

—Claro... El cogniespectro —dijo Alejandro, sacándolo de su bolsillo y entregándoselo al agente.

Arden, sorprendido, preguntó: —¿Viste las cámaras?

—No... —Lithara se pronunció—. Utilizó su Retrovisión... —explicó, mientras una pequeña lágrima se deslizaba por su mejilla.

Aelurus miró a su compañera y se acercó a ella. —Creo que fue la primera habilidad que se liberó cuando Melisa aplicó su poder. Tenía ligeras sospechas, pero la vez en que perdimos a Morganae, Solarius y Ophidian, Morvanna logró de alguna forma contaminarme. Deshabilitó mi sabiduría y, por consecuencia, todos mis poderes.

—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó Lithara, conmovida.

—Porque habría sido el final de la orden y... Tenía miedo —confesó Aelurus.

—Pudimos haber hecho algo... Pudimos...

—No —interrumpió el equilibrista—. La única que podía revertirlo era Melisa —miró a la chica con orgullo.

Lithara sonrió y, sin más, se acercó para abrazar a su compañero.

Aelurus correspondió el abrazo. —Gracias por aguantarme todo este tiempo.

—Nunca me significaste una molestia, aunque es cierto que no me diste un abrazo en todo este tiempo hasta hoy.

—Bueno, puedo justificar que era un idiota.

Lithara rió.

—Tranquila —continuó el equilibrista, separándose de ella—. Tengo muchas cosas que poner en orden y tenemos un multiverso que salvar —dijo, asegurándose de que todos pudieran escuchar—. Primero, Melisa y Alejandro, no saben lo agradecido que estoy con ustedes, esto les será recompensado y... No Alejandro, no será con la persona que te gusta.

—¿¡Qué!? —Alejandro alzó los brazos, avergonzado—. ¡No dije nada! Yo no dije nada. —Observó a Melisa, que reía y negaba con la cabeza ante la declaración de Aelurus.

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