Capítulo 38

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—Ríndanse pacíficamente y no les haremos daño —una voz resonó desde el altavoz del helicóptero.

—¡No lo haremos! —gritó Alejandro con determinación, provocando la sorpresa en Cazador Uriel y Addi.

—¿¡Qué haces!? —cuestionó Addi.

—A-a, ¿no?

—Muy bien, fueron advertidos. —El helicóptero se posicionó frente a ellos, desplegando lo que parecían ser armas.

—Genial. —Cazadora Addi selecciono rápidamente su escudo.

El helicóptero comenzó a disparar, y ágilmente, Cazador Uriel y Addi se colocaron frente a la mujer y los chicos, hincándose para resistir la fuerza de las balas.

—Un consejo, Alejandro —masculló Cazador Uriel entre quejidos—. No los enfades hasta que estés seguro de poder librarte de ellos.

—Anotado. —Lamentó Alejandro.

—N-necesitamos un plan —Cazadora Addi se esforzaba en mantener el escudo firme.

—Cualquier maniobra ahora con ellos es peligrosa —expuso Cazador Uriel.

—Yo puedo protegerlos y salir por otro lado —informó la mujer—, pero necesitaría el arma que VZ47 utilizó para abrir la pared y la celda.

—¿Es lo único que necesitas? —preguntó Cazadora Addi.

La mujer asintió.

Cazadora Addi reunió la fuerza suficiente para sostener el escudo con una mano y seleccionó una versión más ligera del disruptor cuántico, completamente efectiva para lo que su ayudante necesitaba.

El arma se materializó a un lado de ella hasta que cayó al suelo.

—Ahí tienes. —Ofreció Cazadora Addi.

La mujer se acercó al arma y la recogió. —Ustedes dos —se dirigió a Melisa y Alejandro—. Necesito que alguien la dispare para atravesar la torre y salir por el lado oeste, el único lado con menos paredes —explicó con una voz distorsionada.

Alejandro estaba a punto de postularse, pero Cazador Uriel se adelantó. —Melisa puede hacerlo.

—¡¿Yo!?

—No tuviste problema en apuntarme con el cañón.

—Pero...

—Al campo de fuerza le queda como 1 minuto. —Recordó Cazadora Addi—. Apúrense.

—Serás tú. —La mujer le entregó la herramienta a Melisa—. Yo los llevaré en mi motocicleta, solo abre agujeros entre las paredes para que podamos pasar, ¿de acuerdo?

Melisa no tuvo tiempo de contestar si había entendido.

—Vamos. —Aquella chica se subió a su moto y la encendió, el panel frente a ella se desplegó; rápidamente seleccionó una opción que agrandaría la moto lo suficiente para que dos personas más pudieran subirse cómodamente.

En cuanto la ampliación se hizo, la mujer los miró. —Suban.

—20 segundos. —Advirtió Cazador Uriel.

Melisa y Alejandro no dudaron más; la pianista ocupó el segundo asiento mientras que el chico se posicionó en el tercero.

—¿Están seguros de que pueden con esto? —preguntó la mujer a los cazadores.

—Claro, ahora nos conocerán de verdad. —Amenazó VZ47—. QW32, al helicóptero; yo me encargaré de los zopencos.

—Entendido.

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