Capítulo 36

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—¡Alejandro!— Melisa se levantó de un salto, preocupada por el estado del chico.

Cazador Uriel también se puso de pie, pero Héctor, siempre alerta, cerró el puño rápidamente, atrapándolo en una cápsula de vidrio resistente.

—¡Lo sabía! —Cazadora Addi exclamó desde su intercomunicador. —Rápido, Uriel, el disruptor cuántico.

El cazador obedeció, pero la cápsula liberó un gas que lo hizo desmayarse inmediatamente.

Observando la situación, Melisa miró al científico con decepción. —Héctor...

—Lo siento, Melisa. No es personal, pero descubrir cómo acceden al multiverso podría convertirnos en la primera potencia mundial.

La pianista también empezó a marearse y a sentir un sueño abrumador. —T-tú... N-no...

—Nuestro presidente Juarez estará encantado cuando se entere de la noticia. —Héctor se acercó a la chica. —Dulces sueños, Melisa. —Con un gesto, empujó su cuerpo hacia el sillón, dejándola inconsciente.

Lo último que Melisa pudo ver fue a Héctor quitándole el cogniespectro a Alejandro, y después, contra su voluntad, cerró los ojos.

Cazadora Addi, desde el callejón, rodó los ojos y cerró todos los paneles que estaba utilizando para ayudar a los chicos. —Sabía que debería haber ido yo —murmuró, negando con la cabeza.

Rápidamente empezó a idear planes para rescatar a tres personas inconscientes en un centro con seguridad, personal y armamento abundante.

Poco a poco, se dio cuenta de que hacerlo sola, sería complicado y que necesitaría ayuda.

Cazadora Addi activó el panel de su brazo. —A ver, a ver, ¿quién estaría dispuesto o al menos podría ayudarme a rescatar a estos zoquetes?

Comenzó a buscar información sobre su variante en ese universo.

—¿Maestra de violín en la facultad de artes de la BUAP? Respetable, pero no creo que pueda ayudarme en estos momentos —comentó, continuando su búsqueda. —A ver... Espera... ¿¡Qué!? —Preguntó asombrada. —De verdad... —Profundizó en su investigación para confirmar la información. —Bueno... Pues tú serás. —La cazadora eligió. —Espero que los hayas conocido lo suficiente... —Addi activó sus propulsores y su campo de invisibilidad, volando del lugar en busca de ayuda.

Tan solo dos horas después, Melisa empezó a recuperar la memoria gracias a los gritos de alguien que no podía identificar debido a su visión borrosa. Poco a poco, recuperó todos sus sentidos.

—¡Héctor! ¡Sácanos de aquí! —Alejandro gritaba desde una esquina, dentro de lo que parecía ser una jaula de vidrio.

Cazador Uriel negó con la cabeza. —¿En serio crees que eso funcionará? Fue él quien nos metió aquí.

Alejandro, con esposas de cadenas de energía, se acercó al cazador arrodillándose a su lado. —¿Se te ocurre una mejor idea?.

—La paciencia siempre rinde sus frutos, amigo Alejandro.

—La paciencia nos matará, maestro Jedi. —El chico se acercó a su oído. —¿Dónde está Addi? —Susurró. —¿No se supone que nos ayudaría si ocurría un caso como el de ahora?

—Paciencia.

—¡Maldita sea! —Alejandro se levantó rápidamente y se dirigió hacia donde varios científicos estaban reunidos.

Melisa quiso tallar sus ojos, pero se percató de que también se encontraba esposada, al igual que Cazador Uriel, que ya estaba consciente. —Despertaste.

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