Capitulo 4 - La tragedia familiar

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Era mediodía. Dumbledore y Grindelwald estaban en aquella misma sala de estar donde hace algún tiempo atrás había sido velada Kendra Dumbledore, cumpliéndose así dos meses.

Ambos jóvenes se encontraban sentados en uno de los sillones, conversando tranquilamente, compartiendo risas, miradas de afecto, admiración y también de una estrecha complicidad. No obstante, Albus estaba tan feliz que en ningún momento pudo predecir lo que ocurriría, y que ese día le acompañaría por el resto de su vida. 

Albus respingaba feliz en su asiento con alguna carcajada, y las risas de los jóvenes se esparcieron ruidosamente por la sala, pero pronto Albus alertó a bajar el volumen, pues su hermana aún dormía. Sin embargo, junto a ello se unió un leve crujido les hizo recomponer su compostura, pensando en que le habían despertado, pero está vez quien aparecía tras la puerta era otra persona: Abeforth.

Un muchacho delgado y algo ojeroso ingresaba a la sala con una expresión de enojo que últimamente era dueña de él. Los dos jóvenes se quedaron en silencio, no queriendo que el hermano de Albus tampoco participase de su charla. Sin embargo, parecía cansado, y su hermano mayor recién reparaba esa expresión de cansancio en su rostro. No había tenido tiempo en esos meses de darse cuenta de algo que le ocurriera. Después de todo, para él todo estaba de maravilla.

—Albus —dijo Aberforth, sin saludar a Grindelwald—quiero hablar contigo.

Tranquilamente Albus detuvo su afanadora conversación, esperando pronto continuarla y volteó hacia su hermano de pie frente a ellos: — Claro, dime.—dijo arqueando una ceja, con una delgada sonrisa en los labios. Esperaba que la conversación con su hermano no le quitara mucho tiempo para continuar conversando con Gellert.

—Pero sólos —añadió Aberforth, mirando con desconfianza al amigo de su hermano.

Albus se sorprendió un poco esta vez, aunque no había ignorado las miradas que Abeforth le daba a su amigo cada vez que le veía frecuentar la casa, verlo charlar un poco con Ariana o con él. Parecía un chiquillo malcriado.

—Gellert es de fiar, puedes decirme lo que quieras delante suyo.— espetó con tranquilidad Albus, pero con cierta firmeza que le otorgaba ser el hermano mayor, mirando hacia Gellert que estaba a su lado.

Aberforth por otro lado vaciló, pero finalmente decidió hablar:
—Está bien, está bien. Te lo diré delante de Gellert —pronunció su nombre casi como si fuese una mala palabra—.Quiero saber qué vas a hacer cuando yo me vaya a Hogwarts. Es decir, durante todo el verano tú y Gellert han estado viajando fuera del Valle de Godric y dejando a Ariana conmigo. A mí no me molesta, sabes que yo prefiero seguir cuidándola en vez de volver a la escuela, pero tú insistes en que "continúe con mi educación". Y no entiendo cómo vas a ocuparte de Ariana cuando yo no esté. Mi pregunta es: ¿vas a seguir con esos viajes?

Albus escuchó las palabras de su hermano con total tranquilidad, propia de su personalidad para buscar las palabras exactas para darle la tranquilidad y confianza que necesitaba. Después de todo, era una decisión que no tenía pensado postergar más y quería que supiera lo que pensaba hacer:

—Sí, Abeforth, continuaremos viajando—le confirmó con serenidad y luego agregó antes de ser interrumpido:—Gellert y yo simplemente la llevaremos con nosotros.

Gellert asintió complacido y en ese momento estalló la ira de Abeforth:

—¡¿Qué?! ¿Cómo diablos vas a hacer eso? ¡Ariana es una bomba lista para estallar, ¿y tú planeas pasearla por todo el maldito país, Albus?! —Gritó eufórico y totalmente fuera de control.

Albus jamás le había visto así y no fue capaz de decir algo con prisa.

—Tu hermano y yo somos magos lo bastante poderosos como para contenerla —intervino Grindelwald de inmediato, mirando con desdén a Aberforth.

Los Secretos de DumbledoreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora