27- El poblado

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Koi se quedó inmóvil. Las lágrimas amenazaban con salir, pero no dejaría que salieran más, no podía mostrarse vulnerable. Había pasado gran parte de su vida siendo tratado como un ser débil, bueno para nada, rechazado por su propia familia, rechazado por su pueblo, rechazado por él mismo.

Porque no podía recordar como destruyó el palacio, ni como mató a sus padres? Sabía que estaban muertos por su culpa aunque no recordara como sucedió. Lo último que recuerda antes de asesinar a su hermana era ir a la sala de reuniones donde sabía que sus padres se encontraban.

-Espera, Koi!- Tara avanzaba deprisa detrás de él, intentando detenerle para que no se enfrentara a sus padres.

-Esperaría si alguien me dijera una buena razón para hacerlo. Pero llevó ochocientos años esperando y no recibo respuesta!- se giró para enfrentar a su hermana con furia.

-Hay una buena razón! Pero no podemos decirte- intentó explicar la diosa de las estrellas.

-Y esa es la misma razón por la que todo el mundo me odia? Por la que tus hermanos y padres me desprecian?!-

-También son tu familia! Y si, esa es la misma razón- Tara se acercó a su hermano intentando rodearle con sus brazos. Él la empujó y reanudó su marcha- Hermano!-

El pequeño Dios no dijo nada más, en cambio lanzó un hechizo que hizo una pared invisible para que la diosa dejara de seguirle.

Caminó por los largos pasillos del palacio, hasta quedar enfrente de la gran puerta de la sala de reuniones. No abrió la puerta, en vez de eso acercó su oído a la puerta para asegurarse que solo sus padres se encontraban en el lugar. Podía escucharles hablar, así que prestó más atención a sus palabras.

-Estas segura de querer hacer esto?- preguntó el rey Myhbium a su esposa.

-Hemos esperado suficiente para este momento- respondió la reina Kadyja- Y creo que ahora es el mejor momento de todos-

Se escucharon pisadas que se acercaban a la puerta, haciendo que Koi se separara y esperara a que se abriera para enfrentar a su madre.
Ella abrió la puerta y mostró una sonrisa siniestras.

No sabía que había pasado exactamente, pero ahora se encontraba atravesando a su hermana.

-K-koi- Tara acercó su mano a su rostro, pero no llegó a tocarle.
Koi soltó la espada y se separó entrando en pánico.

Porque había hecho eso? Que había sucedido?

Tara cayó al suelo de rodillas, él no pudo soportar ver la escena y salió corriendo del lugar sin mirar atrás.
El fuego lo rodeaba todo y tampoco recordaba como había sucedido, solo sabía que era su culpa. Decidió huir del planeta, así que se dirigió a su habitación en busca de su teletransporte, encontrándose a Ruumi en su camino, apoyado en la pared como si no hubiera fuego a su alrededor.

-Te propongo un trato- sonrió el Dios mientras le entregaba una máscara que simulaba el hocico de un lobo, unido a una pequeña diadema con cuernos.

Sintió como alguien tocaba su hombro. No hizo falta que se diera la vuelta para saber que era Dave.

Apartó su mano mientras seguía reteniendo las lágrimas por la frustración de no recordar como había causado eso y la tristeza que le daba poder recordar como mató a la única persona que se preocupaba por él.

Dave esperó varios segundos para después abrazarle por la espalda con la esperanza de que no le rechazara, funcionando.

-Esa era la hermana de Koi?- preguntó Portia sin saber muy bien que había pasado.

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