Esperé dentro del baño unos aproximados diez minutos. Había echado cuentas y, a no ser que el señor Choi fuera una completa bestia sexual, al ritmo e intensidad con la que le había oído follarse a Jenni, tendría que haber acabado ya.
Tiré de la cisterna y salí al pasillo antes de subir lentamente las escaleras. Me metí en mi habitación y me detuve a escuchar un momento. No se oía nada.
Con un suspiro de alivio me quité la cazadora y la dejé... en el suelo, porque literalmente no había ningún otro mueble que la cama. Me dejé caer sobre el colchón, el cual tembló bajo mi peso y produjo un chirrido de muelles. Nada podía ser más perfecto...
Cerré los ojos y pensé en que, dentro de lo malo, podría elegir todo lo que quería poner allí.
Empezaría por un equipo de música y unos buenos cascos insonorizados. Sí, lo primero de la lista, antes que cualquier otra cosa.
La puerta de mi habitación se abrió con un tirón rápido y seco.
—Ven ahora mismo a mi despacho —me dijo una voz grave y enfadada. Me levanté y puse de nuevo aquella especie de protección de indiferencia y serenidad. Me giré hacia la puerta y simplemente hice un semicírculo para meterme en el despacho del señor Choi. Él seguía desnudo, pero ahora además estaba sudado, jadeante y manchado con fluidos blancuzcos que no quería ni atreverme a pensar que estaban ahí.
—Cierra la puerta —me ordenó, sentándose en su sillón.
Hubiera preferido no hacerlo, porque entonces aquel olor a sudor, genitales y semen se haría cada vez más intenso, pero lo hice. Me quedé de pie a un paso de la mesa, ya que no había ningún lugar en el que sentarse. A falta de los bolsillos de la cazadora, puse las manos a la espalda y aguardé en silencio mientras me enfrentaba a su mirada.
El señor Choi seguía jadeando, aunque trataba de aparentar que no lo hacía. Una gota de sudor se deslizó desde su pelo oscuro hasta perderse en su
barba corta pero tupida. Era un hombre increíblemente atractivo, de mandíbula fuerte y ojos de un azul profundo; tenías que serlo para permitirte estar tan jodido de la cabeza y que preciosas jóvenes como Jenni hicieran cola para que les pegara y las insultase.—No vuelvas a desautorizarme delante de mis sumisos, Beomgyu—me dijo entonces—. Jamás...
—Lo sí...
—Dame una razón para que no te despida ahora mismo —me interrumpió—. Porque estoy deseando hacerlo.
Entreabrí los labios, pero repensé un par de veces lo que iba a decirle. Yo también me hice una pregunta: ¿merecía la pena soportar aquello por diez mil al mes...? Me hubiera gustado ser alguien más ético y menos práctico, alguien capaz de decirse a sí mismo que el dinero no lo era todo y que no lo necesitaba. Pero, la realidad era que, en solo un año tendría tanto dinero que podría vivir tranquilamente sin trabajar los siguientes cinco si lo deseaba. Sin grandes excesos, por supuesto, pero yo no era un hombre de grandes excesos.
—Es mi primer día, señor Choi —dije entonces, mostrando una apropiada expresión de arrepentimiento y pena—. Aprendo rápido, y le aseguro que no volveré a desautorizarle delante de sus sumisos ni de nadie. Espero que pueda perdonarme, de no ser así, aceptaré la decisión que tome al respecto.
El señor Choi no dijo nada, continuó mirándome de ese modo intimidante que quizá funcionara con sus sumisos, pero que no tenía efecto alguno sobre mí. Al fin se movió para recostarse en su sillón. Su expresión era más suave, como si mi respuesta le hubiera complacido.
—Te voy a perdonar esta vez, Beomgyu—me dijo, e hizo una breve pausa, como si se esperara que yo celebrara aquello con un chillido de emoción o algo así—. Porque, como has dicho, no te puedo obligar a participar en mis juegos...
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El jefe (Yeongyu)
FanfictionEl señor Choi devora todo a su paso, y tal vez su nuevo asistente sea su siguiente presa. Adaptación