Costillas en salsa picante, patatas, aros de cebolla y pollo frito era, al parecer, el plato clásico americano que íbamos a cenar esa noche. Ahora entendía por qué todos se sentían ofendidos cuando hablaba del McDonal's, aquella era alta cocina estadounidense, sin ninguna duda. Nada que ver con la comida rápida... no, no, no.
Esa era la clase de comentarios que me resistí a hacer delante de Yeonjun cuando llegamos al American's Café & Grill e hicimos el pedido. Habíamos conseguido recuperar el buen humor tras el incidente de Lia y no quería fastidiarlo poniendo a prueba el orgullo patriótico del señor Choi. Me limité a seguir charlando, bromear y degustar la comida que, para mi sorpresa, era menos prefabricada de lo que esperaba. Todo tenía un toque casero y un sabor más auténtico: la salsa picante no era de bote, los aros de cebolla parecían hechos a mano, la mezcla del empanado sabía a especias y la carne era de buena calidad.
—Pica un poco, pero está bueno —terminé reconociendo.
Yeonjun puso una sonrisa prepotente y siguió devorando sus costillas, empapándose los dedos y los morros en salsa barbacoa. No era lo más elegante del mundo, pero al menos no había nadie alrededor para verle hacerlo. El local interior estaba climatizado y lleno de gente, pero el patio trasero de mesas de madera estaba vacío. La fina lluvia y el viento había espantado a todos los demás, menos a nosotros, sentados tranquilamente en una esquina, de espaldas a la pared y con las piernas sobre los alargados bancos. La terraza era bonita, con plantas y suelo de piedra, pero estaba rodeada de edificios con ventanas y escaleras de incendios.
—¿Te imaginas que por aquí viva un hombre al que le ponga cachondo ver a la gente comer? —le pregunté a Yeonjun cuando ya habíamos terminado la cena y simplemente nos estábamos tomando un tiempo para descansar y disfrutar de una tranquila sobremesa con un buen café caliente—. Y se pase el día mirando por la ventana mientras se masturba.
El señor Choi se pasó la legua por los dientes y se encogió de hombros.
—No es lo más raro que he visto —me aseguró—. En una orgía había un tipo al que le ponía cachondo comerse uñas de los pies de otra gente.
—¡Joder, Yeonjun ! —exclamé—. Que acabo de comer, por favor... El señor Choi me miró por el borde de los ojos y me preguntó:
—Si me pusiera cachondo que te comas las uñas de mis pies, ¿lo harías, Beom?
Respondí a su mirada en silencio y esperé unos segundos antes de responder:
—Entonces espero que también te ponga cachondo el vómito, porque es lo que va a pasar si me pones eso en la boca —le aseguré.
Yeonjun sonrió un poco y se llevó el café a los labios para terminárselo de un trago.
—Volvamos dando un paseo a casa, todavía tenemos tiempo —me dijo.
Acepté encantado, aunque me costó levantarme después de haber cenado tanto. Volvimos por la misma calle por la que habíamos llegado y nos sumergimos en Central Park, porque era la forma más directa de llegar a casa. Allí nos dimos la mano, no de forma consciente, sino más bien como un gesto casual mientras charlábamos. El cielo nublado era cada vez más oscuro y el encendido de las luces nocturnas nos sorprendió a mitad de camino, creando un momento un poco tonto y especial que quise celebrar con un buen beso en medio del paseo.
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El jefe (Yeongyu)
FanfictionEl señor Choi devora todo a su paso, y tal vez su nuevo asistente sea su siguiente presa. Adaptación