Mullaghcleevaun

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Las discusiones que he ganado contra ti en mi cabeza
En la ducha, en el coche y en el espejo antes de acostarme
Sí, soy tan fuerte cuando estoy sola, y te hago sentir tan culpable
Y fantaseo con un momento en el que estés un poco jodidamente arrepentido
Y trato de entender por qué harías todo esto conmigo
Debes ser inseguro, debes ser tan infeliz
Y sé, en mi corazón, que las personas heridas hieren a otras personas
Y ambos causamos daño, pero, hombre, esas heridas nunca fueron iguales

Y trato de ser fuerte, pero quiero gritar
¿Cómo alguien podría hacer las cosas que hiciste tan fácilmente?
Y digo que no me importa, digo que estoy bien
Pero sabes que no puedo dejarlo ir, lo he intentado, lo he intentado, lo he intentado durante tanto tiempo
Se necesita fuerza para perdonar, pero no me siento fuerte

—The grudge, Olivia Rodrigo.



*****

Mi primer día de trabajo no fue uno de esos que recordaría con alegría y emoción el resto de mi vida. Fue una mierda, cometí un par de errores estúpidos y me sentí el hombre más estúpido del universo. No me hubiera sorprendido si, al salir de allí, recibiera una llamada para decirme que habían cambiado de idea y que quizá yo no estaba preparado para el empBeom. Así que dejé la oficina a la hora del cierre con una expresión muy seria y el corazón en un puño. Fui hacia el coche y me quedé allí más de media hora mientras atardecía, mirando el volante y llorando en silencio sin parar. 

Hasta que de pronto empecé a gritar:—¡Hijo de puta! ¡Pedazo de cabrón hijo de puta! ¡Yo te quería y me has jodido la vida! —y a golpear el volante y agitarme hasta que me quedé jadeando y recostado, con la mirada borrosa perdida en la calle.

Cuando ya se hizo de noche y me cansé de parecer un loco hablando solo en el coche y llorando, cogí el móvil, ignore las numerosas notificaciones de nuevos mensajes, y llamé a Kai.

—Ey, Kai, ¿te importa que duerma en tu casa esta noche? —le pregunté con voz rasgada de gritar y sollozar como un niño pequeño.

—Claro que no, Beom —respondió con tono lento, profundo y preocupado—. ¿To... todo bien?

—No, nada bien —murmuré—. Voy hacia allí —y colgué.

Conduje lento, sumido en una especie de estado de sopor después de haberme quedado vacío. Aparqué frente al edificio de apartamentos y subí a casa de Kai. Me recibió con un bañador corto de verano y una expresión de ceño levemente fruncido y bastante preocupada. No dijo nada y se hizo a un lado para dejarme pasar. La casa olía un poco a mariguana y me detuve en seco.

—Perdona, te he interrumpido al final de tu paseo de la felicidad —se me ocurrió decirle.

—No, no te preocupes —negó, pero cuanto más le oía hablar y le veía, más obvio era que estaba un poco colocado. Sorbió por la nariz y parpadeó tratando de aclarar su mente difusa y nublada—. ¿Has... cenado ya? Creo que tengo un par de botes de fideos instantáneos.

—No, no he cenado —respondí, siguiendo sus lentos pasos en dirección a la cocina.

Sacó un vaso de una marca de fideos instantáneos con sabor a pollo de la alacena y lo agito mientras me miraba, esperando a que afirmara con la cabeza para poner a hervir agua. Entonces se acercó a la barra y cruzó los brazos, apoyándolos sobre la madera antes de mirarme con sus ojos azulados de pupilas algo dilatadas.

—¿Qué pasó, Beom? —me preguntó con tono suave—. ¿El trabajo no es lo que esperabas?

—No, no fue el trabajo.

El jefe (Yeongyu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora