Muchos planes y una sola nota

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Lo primero que hicimos al llegar a casa después del largo viaje desde Bluebelt fue sentarnos a comer, lo segundo, fue llamar a mis padres; porque no me parecía correcto hacerles esperar una semana más después de habérselo dicho a los de Yeonjun . Ya habíamos postergado demasiado aquello y quería sacármelo de encima lo antes posible, así que bajé la tablet de la habitación y tomé un poco por sorpresa al señor Choi, que me miró con expresión calmada hasta que le dije:


—Vamos a llamar a mis padres, aunque es un poco tarde —miré la hora del Rolex—. Allí deben ser las nueve y media de la noche, pero creo que todavía estarán viendo la televisión antes de dormir.

Yeonjun se pasó la lengua por los dientes y asintió en silencio; alargó la mano para recoger la chaqueta de su carísimo traje italiano azul marino, se estiró las mangas de la camisa blanca interior, pero dejó su reloj de marca bien a la vista, y se pasó una mano por el pelo. Mientras hacía todo eso, a mí ya me había dado tiempo a colocar la tablet en la mesa y a marcar el número de la videollamada. Yeonjun hizo una última comprobación en el recuadro inferior donde aparecíamos nosotros, se pegó un poco más a mí moviendo el taburete y me cogió de la mano. Al octavo tono, cuando casi había perdido la esperanza de que cogieran la llamada, sonó un pitido y apareció mi madre en primer plano. Llevaba el pelo recogido en un moño improvisado, los labios recién pintados y todavía se le veían las marcas sobre el puente de la nariz de las gafas de leer.

—¡Hola, chicos! ¿Qué tal estáis? Puse una mueca seria y le dije:—¿En serio, mamá? ¿Has tardado tanto para poder pintarte los labios y recogerte el pelo antes de responder?

—¡Beom! —exclamó ella, acompañado de una risa nerviosa—. No digas tonterías... ¿Qué tal todo por allí?, ¿ha pasado algo? Normalmente no llamáis a estas horas. ¡Amor, son Yeonjun y Beom! ¡Ven a saludarles! Ays, Yeonjun , de verdad... cada día estás más guapo... —terminó diciendo con la mano en el pecho mientras negaba con la cabeza.

—Tú también —sonrió Yeonjun , terminando por hacer las delicias de mi madre.

—¡Oh, qué tonterías dices! —se rio ella—. No necesitas ser tan bueno, ya eres mi yerno favorito —y le guiñó un ojo.

 
—Dios mío... —murmuré en voz baja, llevándome una mano al rostro. Después de pasar el último día con los padres de Yeonjun , la familia Lee resultaba incluso más ruidosa y chocante de lo habitual. Por otra parte, el señor Choi estaba encantado con los constantes halagos de mi madre y su nada discreto favoritismo sobre Jaemin. Mi padre apareció entonces por un lado de la pantalla, con el pantalón de pijama ya puesto y su jersey de punto. Se inclinó sobre el portátil y nos dijo:—Hola, Beomi —hizo una pausa y añadió—. Yeonjun.

 
—Señor Lee —respondió él con un firme cabeceo a forma de saludo.

—¿Eso es una alianza de matrimonio? —preguntó papá al instante, tan observador como siempre.

Mi madre se inclinó con tanta fuerza sobre el portátil para fijarse en nuestras manos que lo hizo temblar junto con la imagen. Levanté mi mano unida a la del señor Choi para enseñarlas mejor y puse una mueca de circunstancias.

—Sí, por eso os llamábamos —reconocí—. Yeonjun y yo nos vamos a casar. —Así, sin más.

 
Mi madre ahogó un grito y se llevó las manos al rostro de ojos muy abiertos. Mi padre se quedó muy quieto, cogió aire y se incorporó.

—Fe... felicidades, chicos —dijo, evidentemente sorprendido con todo aquello.

—¡Llama a tu hermana! —chilló mi madre, cogiendo el ratón del portátil para buscar algo en el programa—. ¿Cómo se hace una de esas llamadas de tres personas?, ¿a dónde hay que pulsar? —y se puso tan nerviosa que pulsó donde no debía y colgó la llamada.

El jefe (Yeongyu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora