La familia Choi

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El hermano de Yeonjun, Hyunjin, era el hombre más petulante y estúpido que había conocido en mucho tiempo. Rubio, ojos claros, barba recortada y peinado a la moda, bronceado y cuerpo trabajado en el gimnasio. Aun así, no era ni tan guapo, ni tan alto, ni tan masculino como Yeonjun.

No era más que una cutre sombra de todo lo que él era, aunque estaba claro que se esforzaba por llegar a alcanzar a su hermano mayor, de alguna u otra forma. Durante la cena se mostró un poco más dicharachero, atreviéndose a comenzar alguna conversación corta, casi todas alrededor de la gente famosa que había conocido o con la que había trabajado en su discográfica de Miami.

Su padre no parecía tan estricto con él y su madre siempre parecía interesada en lo que tuviera que decirle.

Quizá al ser el menor de los hermanos le habían consentido mucho más desde niño.

Cuando nos había visto bajar, miró a Yeonjun y le llamó desde la distancia, mostrándole las llaves de lo que pronto describiría como «una preciosidad de color champán». Se trataba de un Mercedes Benz que había aparcado al lado de los otros coches y que estaba deseando poder enseñarle a su hermano mayor. Cuando se percató de mi presencia tras él, frunció levemente el ceño y buscó una respuesta en los ojos de los presentes. Su madre, como no, fue la primera en responder.

—El ayudante de Yeonjun, Beomgyu. Al parecer tiene que quedarse en nuestra casa y comer en nuestra mesa.

Él alzó las cejas, todavía más sorprendido, pero tuvo el detalle de presentarse y ofrecerme la mano con una sonrisa.

—Bienvenido, Beomgyu. Yo soy Hyunjin, el hermano menor de Yeonjun.

—Encantado de conocerte, Hyunjin—respondí con otra sonrisa y un apretón firme.

Entonces se quedó unos segundos en silencio y
me preguntó:—Eres gay, ¿verdad?

Hubo un intenso silencio, pero yo no perdí la sonrisa, solo me di cuenta de la clase de persona que era bajo aquella careta sonriente y aparentemente cordial.

—Sí, lo soy.

Él miró a su hermana y a su madre a la vez que alzaba las manos en alto.

—Hay muchísimos gays en Miami —les explicó—, ahora se me da muy bien reconocerlos. Me ayuda a no ser demasiado agradable con ellos o sino... siempre intentan algo conmigo.

—Tranquilo, Hyunjin —le dije—. Yo no voy a intentar nada contigo —le aseguré.

Una sonrisa se deslizó por los labios de Yeonjun mientras Hyunjin me devolvía la mirada con una sonrisa un poco forzada. Nos sentamos a la mesa y esperamos a que el padre de los Choi se dignara a aparecer.

Al terminar la cena, tan apoteósica y estéril como la primera, Yeonjun y yo fuimos a la biblioteca.

Un salón bastante grande con una pared de estanterías, sillones, sofás, una mesa de billar al fondo, un mini bar e incluso una chimenea.

Siendo sinceros, me gustó bastante y di un par de vueltas lentas sobre mí mismo mientras caminaba para apreciarla bien. Era cálida, de luz suave y una decoración quizá demasiado cargada para mi gusto, pero que quedaba bien en aquel lugar.

El señor Choi encendió la chimenea, aunque no hiciera falta, porque había calefacción central y fue hacia el mini bar.

—Solo hay whisky escocés —me dijo.

—Hoy me vale cualquier cosa que lleve alcohol —reconocí, acercándome a la mesa de billar, bastante buena y aparentemente sin usar.

Yeonjun sacó dos vasos on the rocks y les echo dos hielos a cada uno, destapó una botella de buen whisky escocés y los llenó dos pulgadas. Me quedé mirándole porque había algo que me resultaba extrañamente erótico en la forma en la que preparaba la bebida, quizá era mi sangre irlandesa, que no se podía resistir a un buen trago bien servido.

El jefe (Yeongyu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora