Como era antes

142 10 0
                                    

Cuando Kai me besó, lo primero que sentí fue extrañeza. Lo siguiente que sentí fue un repentino gusto y un húmedo placer a medida que la lengua de Kai se abría paso entre mis labios.

 

Se me escapó un gemido de placer y los párpados se me cerraron casi hasta cerrar los ojos. Sabía que estaba borracho, sabía que, quizá, aquello fuera un error, pero en ese momento no me importo; la excitación y la neblina de alcohol que me cubría la mente fueron suficientes para convencerme de que aquello era todo lo que yo quería en ese momento.

 

Kai sabía cómo tenía que besarme para que me derritiera entre sus brazos como mantequilla, sabía cómo buscarme y dónde hacerlo. Así que levanté los brazos y rodeé su cuello para atraerle más hacia mí y poder besarle más fuerte, dejándome llevar por el placer y la necesidad. Kai tenía un ligero olor a sudor y al detergente con el que lavaba la ropa, sus besos eran húmedos y sus manos me recorrían el cuerpo, desabotonando mi camisa y frotando desde mi pecho a mis abdominales.

 

Gemía de excitación, tratando de tocarme por entero, como si no tuviera suficientes manos o no consiguiera abarcarme tanto como quisiera. Me lamió el cuello y el hombro, rodeando mi trasero y apretándolo con fuerza antes de soltar un gruñido grave y separarse lo justo para quitarse la camiseta.

 

Al acercarse de nuevo sentí un delicioso placer al notar su piel desnuda contra la mía. Le rodeé el pelo y lo apreté un poco mientras volvía a lamerme el cuello y a deslizar sus manos por mi cuerpo hasta alcanzar el cinturón del pantalón y desabrocharlo antes de bajar la bragueta. Entonces siguió el reguero de pelo bajo mi ombligo con toda la palma de la mano

 


 

hacia el vello de mi entrepierna para encontrarse con el capitán, con muchas ganas de verle después de unas semanas sin recibir ningún tipo de atención.

 

—Joder... —gemí cuando noté que me rodeaba la polla y empezaba a frotarla lenta pero intensamente.

 

Iba a seguir gimiendo, pero Kai me tapó la boca con sus labios y siguió masturbándome mientras yo, simplemente, me deshacía en oleadas de placer.

 

Bajé un brazo de alrededor de su cuello y recorrí su pecho abultado y velludo, jugué un poco con el piercing de su pezón y acaricié su barriga antes de hacerme un hueco entre la cinta del calzoncillo y encontrarme con el soldado Kai muy firme y esperándome.

 

A Kai se le escapó un gemido de entre los labios húmedos y me miró fijamente en la penumbra mientras nos masturbábamos mutuamente, jadeando y gimiendo por lo bajo sin parar. Hasta que él me movió hacia la cama y me tiró de espaldas sobre ella, haciéndola estremecerse y crujir bajo mi peso, antes de echarse encima para poder seguir besándome con sus labios húmedos y templados en contraste con mi piel caliente y un poco sudada.

 

Frotó la cadera contra la mía, juntando al capitán y al soldado para un breve reencuentro de un minuto hasta que volvió a besarme el cuello y a lamerme en un metódico descenso por mi cuerpo. Solté un jadeo de excitación y me incorporé un poco sobre los codos para poder ver a Kai entre mis piernas, frotando su rostro y su barba corta contra mis abdominales antes de ir directo a por el capitán.

 

Gruñó de placer nada más metérselo en la boca, pero no tanto como yo. Me mordí el labio inferior y sonreí como un gilipollas con aquella primera mamada después de... más de un año. Y Kai sabía cómo hacer buenas mamadas, aunque, para ser justos, era el único que me había chupado la polla en mi vida y no tenía otro con quien comparar.

El jefe (Yeongyu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora