Bonus: La noche Perfecta

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Había sido la noche perfecta.

¡No al principio! Al principio estaba muy asustada por si había pasado algo malo en la oficina. El señor Lee me había llamado y me había pedido que fuera a la oficina. Me había asustado muchísimo, porque él siempre parecía saber qué hacer y no me imaginaba qué cosa horrible podría haber pasado como para hacerme ir corriendo al centro de la ciudad. ¡Fue horrible!

Me levanté de un salto del sofá y salí de casa, sin ni siquiera cambiarme la vieja ropa de deporte que siempre usaba para mirar la tele. Además, el taxi casi me atropella cuando había tratado de pararlo. Me disculpé varias veces, pero me subí y casi le chillé al pobre taxista que me llevara lo más rápido posible al King's Place.

Cuando al fin llegamos, salí tan rápido por la puerta que me caí al suelo. Me hice un poco de daño y me mojé al precipitarme sobre un charco de la carretera, pero no me importó demasiado.

—Lia—me llamó entonces una voz con suave acento irlandés—. ¿Estás bien?

Cuando levanté la mirada me encontré con el señor Lee, tan elegante y guapo como siempre. Se acercó con un paraguas en alto para cubrirme de la lluvia que caía y se quedó frente a mí. Entonces me ofreció la mano para ayudarme y yo la miré un momento antes de aceptarla. Su piel era muy cálida y agradable en contraste con la mía, sucia y fría, pero no la separó de mí hasta que me ayudó a levantarme del suelo con suma delicadeza. Me sonrojé muchísimo, completamente avergonzada porque me hubiera visto caerme de aquella manera.

Siempre me sentía desaliñada y torpe cerca del señor Lee y el señor Choi. Ellos eran tan guapos, educados, elegantes y perfectos... era imposible estar a su lado y no sentirse intimidada, pequeña y ridícula en comparación. Además, eran muy buenos amigos, casi como hermanos, y compartían una relación muy especial de la que a veces sentía envidia de no formar parte.

—Siento haberte asustado con la llamada —se disculpó, tan amable y considerado como siempre era—. Ven, vamos adentro.

Yo no podía hablar. No sabía lo que pasaba, pero el señor Lee parecía tranquilo y eso me hizo sentir repentinamente mejor y menos preocupada. Me volví hacia el taxi al recordar que seguía allí esperando a que le pagara el viaje.

—Yo me encargo de la cuenta del taxi —me dijo con una de sus bonitas sonrisas, como si hubiera podido leerme la mente, antes de hacerme una señal hacia la entrada del King's Place.

Asentí un par de veces, agitando el moño desordenado con el que siempre me ataba el pelo en casa, y seguí al señor Lee hacia las puertas de cristal, donde usó una tarjeta especial para abrir una de ellas e invitarme a pasar. Cerró el paraguas, pero se detuvo a los pocos pasos.

—Lia, tienes que subir al ascensor e ir a la oficina —me dijo con una mirada fija y serena—. Allí está el señor Choi.

Entreabrí los labios y al fin pude preguntar:
—¿Ha pasado algo, señor Lee?

El señor Lee sonrió un poco más, de esa forma tan preciosa que tenía de hacerlo.

—No, no ha pasado nada malo —me tranquilizó antes de alzar un poco las cejas e inclinar la cabeza para añadir—: Es una sorpresa.

—Oh... —murmuré, aunque seguía sin entender nada.

El señor Choi miró hacia la fila de ascensores y me hizo una señal para que fuera hacia ellos. Volví a soltar un «oh», más alto que antes, y me di la vuelta para ir hacia ellos. Pulsé el botón y esperé mientras me frotaba los dedos en el regazo. Eché un vistazo a atrás con nerviosismo, comprobando que el señor Lee todavía estaba al lado de la puerta mirándome con una pequeña sonrisa en los labios. Cuando se abrió el ascensor se despidió de mí con un gesto de la mano y yo respondí con otro muy apresurado antes de que las puertas se cerraran. El corazón me empezó a latir más deprisa a medida que ascendía. ¿Qué estaba pasando? No entendía nada y cada vez me ponía más y más nerviosa.

El jefe (Yeongyu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora