No fue el único día que el señor Black terminó durmiendo en el puff con los cascos puestos. A medida que avanzó la semana, las cosas se complicaron, las cifras de ventas no eran buenas y eso provocó un enfado y una frustración evidentes en él. Teníamos reuniones casi diarias con el departamento de ventas y la señora Timber.
Las mañanas en el gimnasio se volvieron más agotadoras porque el señor Choi tenía mucha ira que quería quemar con el ejercicio; y el resto lo hacía con Fei: la pelirroja, pelo muy largo, buenos gemidos, mal anal pero buenas mamadas. Muy obediente.
Después de que Anton se fuera por todo lo alto con bien de gritos y orgullo, yo no había tardado ni un día en conseguirle un nuevo sumiso al señor Choi; podía sentir la tormenta que se avecinaba y no quería que nuestro «trato excepcional por fuerza mayor» se convirtiera en algo tan común y necesario que dejara de ser «excepcional».
Por suerte, Fei parecía encantada de poder volver a la casa y de que el señor Choi la atara, insultara y azotara hasta la extenuación. Era, en efecto, muy obediente con él; pero conmigo mostraba un carácter más relajado y sarcástico que me empezó a gustar mucho.
Se solía levantar a la misma hora que yo y tomábamos un café mientras discutíamos alegremente de política.
Fei tenía, por increíble que pueda parecer, un máster en psicología y varios trabajos sobre igualdad de derechos, racismo y feminismo.
—¿Por qué te sorprendes, Beomgyu? —me preguntó con una sonrisa juguetona en los labios cuando me habló de feminismo—. ¿Crees que porque me guste ser sumisa no puedo luchar por los derechos de las mujeres?
—Ahora solo te respeto más, Fei —reconocí antes de reírme.
Pero todo terminaba cuando el señor Black aparecía en la cocina y el día laboral daba comienzo.
—¿Está durmiendo bien, señor Choi? —le pregunté en el coche hacia el trabajo, porque a mitad de semana las ojeras bajo sus ojos se habían vuelto más evidentes y cada vez le costaba más llegar al final de los entrenamientos.
—No demasiado —me confesó sin mirarme a la cara.
—Si necesita hablar, ya sabe dónde estoy —fue lo único que le dije al respecto antes de volver la mirada al móvil para leerle el horario del día.
Una nueva reunión con la señora Timber a media mañana fue el detonante definitivo para terminar con las pocas fuerzas del señor Choi.
—Las cosas van mal, debemos empezar a pensar en un plan para apaliar las pérdidas y frenar la producción —dijo ella con expresión seria—. Podríamos esperar un poco más, pero a final de semana, si mantenemos estas cifras de ventas tan bajas, habrá que cambiar de estrategia.
El señor Choi volvió al despacho y tiró todo lo que tenía sobre la mesa, arrojándolo con fuerza por el borde mientras gritaba.
—¡Cancélalo todo, Beomgyu! —me gritó después, quitándose rápidamente la americana—. ¡No quiero ver a nadie, no quiero oír a nadie!
—Sí, señor Choi —me limité a asentir.
Salí del despacho y cerré la puerta. Se oyó un fuerte golpe y una pareja de administrativos que pasaba cerca se giró hacia el despacho, yo sonreí como si no hubiera oído nada raro y les saludé con la cabeza. Cancelé las citas del resto de la tarde y las traté de aplazar para encajarlas en algún otro momento de la semana. Me llevó una frustrante hora y media ponerme de acuerdo con los departamentos y conseguir cuadrarlo todo.
Después pedí dos cafés en recepción y seguí trabajando hasta que los trajeron a mi mesa con una falsa y gran sonrisa en el rostro; a la que respondí de la misma forma.
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El jefe (Yeongyu)
FanfictionEl señor Choi devora todo a su paso, y tal vez su nuevo asistente sea su siguiente presa. Adaptación