Epílogo: azul y gris

513 50 107
                                    

Entreabrí los ojos cuando el puñetero despertador del móvil empezó a resonar por toda la habitación. Gruñí, moví la mano desde la espalda de Yeonjun y empecé a pegar golpes en la mesilla hasta que fue el propio señor Choi quien lo apagó con un solo toque. Giré el rostro hacia él y miré sus ojos del azul del mar a mi lado, mirándome de vuelta de una forma muy intensa.

—Hoy nos vamos a casar, Beom —me dijo.

Asentí un par de veces y le di un beso en los labios.

—¿Has podido dormir? —le pregunté.

—Sí, pero me he despertado temprano. Hay muchas cosas que hacer.

Miré hacia el techo de su antigua habitación y le abracé un poco más fuerte antes de soltar un jadeo y moverle hacia un lado para ponerle de espaldas en la cama.

—Primero lo más importante —le recordé, apretando mi erección contra la suya.

Yeonjun sonrió como él hacía, como ahora sonreía siempre, y se llevó las manos detrás de la cabeza para dejarme total acceso a su cuerpo musculoso y perfecto.

—Vas a hacerme un hombre muy, muy feliz, Beom...

El señor Choi estaba muy equivocado, porque el que me iba a hacer muy feliz era él a mí.

Le di un buen beso en los labios y fui descendiendo por su cuerpo hasta su entrepierna, empezando la mañana de tu boda de la mejor manera posible: con sexo del bueno junto al hombre perfecto.

—Espera, miraré si hay alguien —me detuvo antes de que saliera por la puerta. Yeonjun la entreabrió y echó un rápido vistazo antes de adentrarse en el pasillo con una muda limpia en la mano, el abdomen manchado de semen, el pelo completamente despeinado y la boca repleta de saliva.

Puse los ojos en blanco y le seguí a paso firme, completamente desnudo y sin importarme una mierda si nos veían caminando por el pasillo del ala norte de la Mansión de los Horrores.

El señor Choi se quedó en la entrada al baño y me hizo una señal rápida para que me apurara a entrar y poder cerrar la puerta.

Sí... no había sido idea mía quedarnos en casa de los padres de Yeonjun antes de nuestra boda, pero era lo más sencillo y a él le hacía ilusión poder hacerlo.

Después de dos meses de planificación, habíamos seguido adelante con los preparativos que habíamos dejado aparcados durante nuestra breve ruptura. La boda seguía siendo en Bluebelt, a los pies del lago, a finales de Septiembre, con una carpa y una decoración tan elegante como extravagante y una lista de invitados mucho más larga de lo necesario. Yeonjun volvió a ponerse al mando y a convertirse en el terror de los planificadores de bodas, decidiendo hasta el más mínimo detalle para que nuestra boda fuera «perfecta».

Fue complicado, no voy a mentir. Se juntaron algunas cosas y hubo momentos de presión: INternational Dublín estaba ahora a completo rendimiento, repleta de trabajadores y con bastante ajetreo. El señor Choi y yo salíamos de reunión en reunión, recorriendo la preciosa oficina de un lugar a otro, visitando las diferentes y particulares salas de reuniones que habían instalado en cada departamento. Todas eran diferentes, pero yo siempre me sentaba al lado de Yeonjun.

Ahora no solo era su ayudante, sino que era su segundo al mando, algo así como un subdirector regional al que a la gente no le daba miedo acercarse a preguntar algo; como, por ejemplo, si podrían ampliar su estancia allí.

Había sido un «boom» casi inmediato.

El Departamento de Márketing había tenido la gran idea de llamar a algunas revistas de diseño y algunas de moda para que vinieran a hacer un reportaje sobre la «moderna e increíble oficina europea de INternational». Cuando todas aquellas imágenes tan impresionantes salieron a la luz y atravesaron el mar para llegar a Nueva York, muchos de los trabajadores quisieron venir.

El jefe (Yeongyu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora