La seleccion de los condenados

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Pequeño apartado porque mientras estaba retocando el capítulo me di cuenta de que desde aquí las cosas se ponen muy FUERTES y no le veo mucho el sentido a poner advertencias en Wattpad porque la gente se lo salta siempre pero sinceramente que este creo va un paso más allá en muchos aspectos y puede herir la sensibilidad de algunos lectores.

Si están buscando una historia de amor bonito y convencional, esta no es una.

Este libro a partir de aquí contiene muchas cosas como: sexo áspero (bofetadas, ahorcamiento, etc), orgias, voyeurismo, maltrato físico y psicológico, abuso de poder, abuso sexual, uso y abuso de drogas, etc.

No les spoileo las situaciones pero mientras más leen más oscuro se pone así que vayan advertidas.




*****



Como temí, al día siguiente me desperté con unas agujetas que me hicieron desear estar muerto.

Me dolía moverme, me dolía caminar, me dolía levantar los brazos, agacharme, creía que hasta me dolía sonreír. Ducharme fue una batalla épica contra mí mismo y el champú. Vestirme fue como asistir al purgatorio. Llegué a gemir un poco cuando tuve que subirme los pantalones de pinza negros. Evidentemente, tardé un poco más de lo normal, pero llegar a la cocina y tomar el café me ayudó un poco. Me senté e intenté encontrar una postura en la que las nalgas no me dolieran.

El señor Choi apareció a los diez minutos con su bolsa de deporte colgada de la mano. Le miré y creo que reconoció el miedo en mis ojos, porque una suave sonrisa se deslizó en su rostro. Había cogido una pequeña mochila y la había llenado de una camiseta vieja, un pantalón de deporte y una toalla del baño; lo había hecho porque supuse que el señor Choi querría verla, no porque creyera que aquel día volveríamos a ir.

—Vámonos —me ordenó él.

Sentí un puñal en el pecho y, con cabeza baja, le seguí hacia el infierno.

—¿Qué hay hoy? —me preguntó en el coche.

—Tiene que visitar a George Dalton en el puerto, después tiene una comida con Sarah Cooper y la tarde la tiene libre.

—Voy a cambiar de sumiso, despide a Jenni y busca uno nuevo —me dijo entonces.

Le miré con una mueca inexpresiva en el rostro.

—¿Quiere que busque en la agenda a uno nuevo? —tuve que preguntar, porque su orden no fue nada específica.

—Sí.

—¿Y qué quiere exactamente?

El señor Choi tenía su postura de siempre, como si estuviera preparado para que le montaran como a un potro salvaje en mitad del coche, pero su cabeza estaba girada hacia la ventanilla. Me di cuenta de que desde la noche anterior había evitado mirarme a los ojos.

—Escoge a algunos candidatos y preséntamelos —respondió.

Alcé ambas cejas sin saber qué decir a aquello.

—¿Quiere que haga una selección? —le pregunté, como si tuviera que asegurarme de que no bromeaba—. ¿Cuántos quiere que le presente?

El señor Choi entornó los ojos y se lo pensó detenidamente.

—Diez —dijo en voz baja—. Cinco mujeres y cinco hombres.

—Muy bien —asentí—. ¿Para cuándo quiere que organice estos Juegos del Hambre del sadomaso?

Me arrepentí al momento de decirlo, cerré los ojos un momento y después me enfrenté a aquella mirada seria y enfadada que sabía que me esperaba en su rostro.

El jefe (Yeongyu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora