El mejor equipo

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Nos detuvimos delante del espejo un minuto entero mientras Yeonjun nos miraba fijamente, me pasaba una mano por los hombros y decidía si añadir algo al conjunto de ropa nueva.

Él iba con un polo blanco y ajustado, pantalones caquis con cinturón y gafas de aviador, yo, por el contrario, seguía en la línea un poco «independiente», con una camiseta gris de pecho abierto, cazadora negra de cuero, pantalones vaqueros.

El señor Choi terminó asintiendo, complacido con lo que veía, y se giró para darme un beso en la mejilla. Tras una tarde de descanso y sexo, habíamos decidido salir al fin de casa, cuando había dejado de llover y el cielo nublado empezó a oscurecerse. Aún así, me llevé el paraguas con la bandera de Irlanda, solo en caso de que nos pillara de camino algún chaparrón repentino.

—Ya sabes que esta noche invitaré yo —le recordé de camino.

—Lo sé —afirmó el señor Choi con su tono calmado. Me rodeaba los hombros y caminaba a mi lado, con gafas de sol en un atardecer sin ningún tipo de sol que pudiera molestarle. Si no hubiera estado tan guapo con ellas puestas, habría parecido un completo gilipollas—. ¿A dónde me vas a llevar?

—A un pub del centro, el Kelly's Barrel. Tiene buena comida, mucha cerveza, billares y dianas de dardos, así que podremos echar un par de partidas si te apetece.

Yeonjun sonrió un poco y me apretó más contra él mientras asentía. Desde que había llegado, había estado muy calmado, seguía con sus «cosas de Señor Choi», como vestirme, pagarlo todo y la constante necesidad de tenerme cerca; pero en el resto, le notaba muy... suave. No sabía cómo explicarlo, era algo parecido a cuando habíamos ido a Francia o cuando estaba feliz, pero sin las estúpidas interrupciones de Lia o las asquerosas fiestas sexuales.

Yo todavía estaba atento, vigilante, por si aquello era tan solo una ilusión y en algún momento se relajaba y volvía a ser ese hombre más oscuro y reservado, más cortante, irascible e intransigente. Sin embargo, por el momento, estar a su lado me estaba resultando muy agradable, muchísimo.

Tuvimos una cena maravillosa en el pub lleno de gente, hamburguesa con patatas y salsa de queso, sin más interrupciones que cuando el camarero me echó una sonrisa y me guiñó un ojo, provocando una reacción muy posesiva y territorial de Yeonjun ; pero se calmó rápido cuando le acaricié la espalda, le di un beso en los labios y le invité a sentarnos en algún sitio tranquilo.

Esperamos a que una de las mesas de billar se quedaran libres y fuimos con nuestras cuartas pintas de la noche a jugar una partida un poco tonta y borracha. Hubo un momento que me quedé mirando el culo en pompa del señor Choi mientras se inclinaba para rematar una bola.

Estaba perfectamente ceñido en esos pantalones caquis, con ese polo corto que le apretaba los brazos musculosos... me mordí el labio inferior y se me escapó un gruñido de placer.

Yeonjun se incorporó y se encontró con mi mirada, debió ver algo en ella, porque puso una sonrisa soberbia y se acercó a mí.

—¿Qué ocurre, Beom? —me preguntó con su voz grave y densa—.Pareces distraído...

—Solo estaba mirando lo que has venido a enseñarme —respondí yo antes de encogerme de hombros.

El señor Choi asintió y apoyó la cadera en el borde del billar junto a su palo, abriendo las piernas para que pudiera ver bien lo obscenamente abultada que era su entrepierna, y ni siquiera estaba empalmado, solo un poco apretado.

—Todo esto es solo tuyo, Beom, ya lo sabes —me recordó—. Puedes mirarlo y tocarlo cuanto quieras y donde quieras.

Le hice un rápido repaso y tragué saliva, porque el alcohol, aquel cuerpo de dios griego me estaban jugando una mala pasada en mitad del pub. Terminé cogiendo una buena bocanada de aire, dando un paso hacia él, poniendo mi mano en su pierna gruesa y musculosa y susurrándole al oído:

El jefe (Yeongyu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora