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Sofía

Ya había pasado como dos días desde que suspendieron al Amaro, así que no lo veía desde ese día, si hemos estado hablando, pero no mucho, ya que he tenido que estudiar para algunas pruebas que tengo esta semana.

—¿Has hablado con el Amaro? —preguntó la Fran.

Nos encontrábamos sentadas en las gradas, ya que estábamos en educación física.

—Algo —conteste mientras miraba a los simios culiaos correr.

—¿Están enojados? —preguntó.

Negué rápidamente con la cabeza.

—No, solo que a donde hemos tenido prueba he estado más pendiente a estudiar, solo es eso —la mire.

—Entiendo... —se formó un silencio por un momento—. Oye Sofi, yo... quería decirte algo.

—Dime.

La escuché soltar un suspiro.

—Lo qué pasa es qué... te quería decir es que yo... yo sabía sobre lo del Mateo, el ya me había contado hace un tiempo —me miró—. Pero quiero que me escuches antes de que digas algo, porque no quiero que te oleares conmigo o algo así... Porqué entiéndeme, yo estaba en una situación complicada, porque yo no era a quien le correspondía decírtelo.

Me quede callada unos segundos, no me sorprendía, porque era obvio.

—Fran tranquila, entiendo que debió ser complicado para ti, así que no pienses que me voy a molestar, así que tranqui —le sonreí.

—¿Segura?

—Si Fran, tranquila mujer —solté una risita.

—¡Ay ya! —soltó algo aliviada—. Porque no sabía cómo decírtelo, pensé que te enojarías conmigo y que hago yo después ahí sin ti, no puedo hueon, me muero si nos peleamos.

Solté una risa por su exageración.

—Soy exagerada Francisca —me reí.

—¿Que? Si es enserio.

—Sofía y Francisca a la cancha a correr, ahora —nos grito el profe, así que nos tuvimos que parar altiro.

No se cuanto rato estuvimos trotando, pero mi cuerpo me pedía que parara. No era mi culpa ser mala en esta materia por la chucha.

—¿Profe puedo ir al baño? —pregunté.

—Vaya —me contestó sin tomarme mucho importancia.

Salí corriendo hacia am baño para poder tomar agua. Cuando entre a este no había nadie, así que me acerqué al lavamanos y comencé a tomar aguada, para luego mojarme la cara. Y cuando me estaba secando la cara noté que alguien estaba entrando.

Ay diosito. ¿Porqué tienes que mandarme a puro ahueonaje a estas hora de la mañana?

Hola linda —hablo con algo de ironía.

Dude un segundo en si responder.

—Hola —hablé secamente.

No sabía para que me hablaba, no se que quería, pero hablar con ella es lo que menos me interesaba. Así que bote el confort que había usado al basurero y me decidí por salir, pero su voz me detuvo.

—¿Podemos hablar una cosita pequeña? —me sonrió falsamente.

—¿Sobre?

—Sobre lo de la última vez, es que con la interrupción de la Camila no pudimos terminar de hablar —su voz sonaba tan irritable.

¿Otra vez tú? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora