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Sofía.

Me encontraba en la casa del Amaro, lo había venido a ayudar a estudiar y bueno habíamos estado haciendo eso, por un buen rato, pero nos aburrimos y decidimos ver una película. Mientras la veíamos siento que el Amaro se estaba quedando dormido, así que trate de despertarlo, aunque esté comenzó a insistir en que durmiéramos una siesta, en donde yo no acepté y ahí fue cuando comenzó la guerra, se me ocurrió la genial idea de querer empujarlo de la cama y apenas pude hacerlo, entonces este en forma de venganza comenzó hacerme cosquillas, después de un rato tratando de que parara, lo conseguí.

—Amarito por... favor —dije entre risas, esperaba que con esto funcionara o si no me iba hacer pipí.

Inmediatamente se detuvo y me quede mirando.

—¿Como me dijiste? —preguntó con esa sonrisa victoriosa que pone siempre, sabía que había ganado.

Yo aún estaba estirada en la cama, mientras que el se encontraba a mi lado, aunque su cara estaba sobre la mía, a una distancia prudente, obviamente.

Antes de contestar estaba tratando de respirar bien, ya que por las risas se me hacía imposible.

—Amarito —respondí con una risita.

—Hasta que logró que me digas así.

—Bueno, no te acostumbres mucho —sonreí.

—¿Así? ¿Y por qué? —me miró de forma desafiante.

—Porque yo lo digo —murmuré.

El no volvió a contestar y yo no sabía si decir algo más, nos encontrábamos en la misma posición que hace unos minutos. Yo aún estaba sonriendo y el por su parte se encontraba mirándome, mientras se le formaba una pequeña sonrisa en sus labios. Se formó un silencio, pero no incómodo, era todo lo contrario.

Verlo sonriendo sobre mi, mientras sus ojitos brillaban hacia que aparecieran mil hueas en mi guatita, me sentía sumamente nerviosa y no sabía que hacer. Inconscientemente baje mi mirada de sus ojos a sus labios, por un momento en sentí hueona, pero no pasó ni un segundo cuando el Amaro hizo lo mismo.

Ya hueona este es tu momento.

Vi como se a poco se iba acercando más hacia mi y cuando quedó lo suficientemente cerca de mi, habló.

—¿Puedo? —preguntó casi en un susurro, se escuchaba algo nervioso, pero bueno estábamos igual.

Trague nerviosa, tratando de que me salieran las palabras.

—Si... —susurre mientras asentía suavemente con la cabeza.

Al ver que accedí comenzó acercarse más hacia mi, haciendo que ahora no quedara ninguna distancia entre los dos, junto nuestros labios en un suave beso, el cual se lo seguí inmediatamente, después de unos segundos sentí como su mano acariciaba mi mejilla. No podía creer que esto estaba pasando, estábamos aquí los dos dándonos un beso y todo se sentía muy bien, me sentía tranquila y a la vez nerviosa, mi corazón latía rápido y las mariposas en mi guata estaban como locas. Si antes tenía dudas de lo que sentía sobre el Amaro, con esto me quedaban cero dudas, era cierto, me gustaba el Amaro y caleta.

Después de unos minutos nos separamos por falta de aire, vi al Amaro sonreír y eso hizo que mis mejillas se sonrojaran.

—Pa que te poni roja —dijo en forma de burla.

Le empuje su hombro suavemente.

—Cállate estupido.

—Cállame —mencionó de forma atrevida.

¿Otra vez tú?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora